Capitulo especial.

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Todo marchaba bien para Anna, finalmente había perdonado a su hermana con la esperanza de que un día ella regresara a casa y la llevara a su nuevo hogar. Había enviado la carta ya hace un mes y no había recibido ninguna respuesta.

— ¿Todo en orden cielo? —preguntó Kristoff cubriéndola con una manta, el invierno había comenzado.

— Gracias —soltó un pesado suspiro— estoy bien, no te preocupes —dijo mirando el fuego frente a ella.

— Conozco esa mirada, puedes decirme lo que sea —se sentó a su lado con cuidado.

— Elsa no ha respondido mi carta, ¿y si fue una broma? —bajo la mirada triste—. Quiero verla.

— Tal vez aún no llego, ¿viste las indicaciones para enviarlas?

— Por supuesto que sí —respondió la pelirroja entre risas— pero confío en que fue correcto enviarlo así.

— Tu no pienses en eso cariño —la abrazo fuertemente mientras acariciaba su espalda— ella responderá, verás que sí. Ya es hora de que las hermanas de Arendelle se reúnan, ¿no lo crees?

Detrás de aquella puerta que les daba privacidad del exterior estaban dos pequeñas niñas completamente pelirrojas, los genes de Anna habían ganado por completo en ambas ocasiones. La puerta estaba lo suficientemente abierta como para ver y escuchar por fuera pero sin que sus padres se enteren.

— ¿Qué están diciendo? —preguntó la menor intentando quitar a su hermana de la puerta— yo también quiero escuchar.

— Eres muy descuidada, la puerta se abrirá —contestó la otra viendo desde la pequeña separación de la puerta— además guarda silencio se darán cuenta —finalmente decidió mirar a su hermana, estaba enojada, conocía esa cara perfectamente— no te atrevas.

— Lo siento mucho hermana —tomó el aire suficiente sin embargo fue interrumpida.

— ¿Qué están haciendo aquí? —preguntó Olaf con los brazos cruzados— ¿qué no saben qué escuchar conversaciones ajenas es malo?

— ¡Tío Olaf! —exclamó la mayor del susto, no lo esperaba ahí— No estábamos escuchando, de hecho nosotras estábamos... —volteo a ver a su hermana para que la ayudara con una excusa, era buena creándolas.

— Estábamos apunto de entrar, solo esperamos a que terminaran de hablar —dijo orgullosamente de sus actos— nada de escuchar conversaciones ajenas, no señor.

— Vengan para acá las dos —tomó sus manos y camino hacia el lado contrario de la habitación de Anna y Kristoff.

Las dos eran la alegría del castillo y de Arendelle, sino fuera por la maravillosa noticia de que la reina Anna estaba embarazada Arendelle continuaría en depresión por la terrible traición de la reina anterior, Elsa. La más grande se llamaba Eve y la menor Iduna, en honor a su madre.

Las dos siguieron al muñeco de nieve hasta llegar a su habitación, se enojaron por tremendo acto de autoridad del muñeco, incluso aveces pensaban ¿cómo es que un muñeco de nieve puede ser alguien importante en el castillo?. No sabían si era por su edad o siquiera por qué ya había madurado lo suficiente pero siempre estaba detrás de las niñas regañándoles por sus travesuras, incluso aveces jugaba con ellas, por eso no lograban comprender cómo deberían de tratarlo.

— Ahora juguemos algo aquí adentro, es muy divertido ¿no es así? —dijo Olaf tomando dos juguetes— ¿a qué quieren jugar?

— ¡Queremos a mamá! —exclamó la princesa Iduna haciendo un berrinche— quiero estar con ella, nos prometió jugar esta noche.

Lealtad [Helsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora