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Tocó la puerta antes de entrar y la abrió encontrando a su hermana terminando de arreglarse. Al ver que la había visitado no dudo en lanzarse sobre sus brazos con alegría ocasionando que ambas dieran un par de vueltas.

— ¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó Anna con una sonrisa gigante— escuche que estabas enferma pero no pude visitarte, ya sabes cómo he estado de ocupada.

— Lo sé, lo sé ¿estás libre? —pregunto mirándola seriamente.

— Por supuesto, ¿qué sucede?

Ambas se sentaron en la orilla de la cama, no sabía cómo iniciar aquella conversación ni siquiera le era sencillo admitir lo que estaba apunto de hacer. Toda su vida fue preparada para ello ¿cómo podía entregárselo todo a su hermana solo por ser feliz?, miro un retrato de su madre que colgaba de las paredes de la habitación de Anna, lucia tan serena y tranquila que sabía que estaba haciendo lo correcto.

— ¿Aún tienes ese recuadro? Pensé que se había despintado —preguntó Elsa mirando la pintura de su madre.

— Bueno resulta que tengo muchos talentos escondidos y uno de ellos es pintar —ríe un poco nerviosa, lleva su mirada hacia la pintura— no podía permitir que se echara a perder algo como eso.

— Lo sé —tomó su mano y la apretó  un poco preparándose para lo que vendría— Anna, he decido aceptar tu trato.

Los ojos de la pelirroja se iluminaron por completo, ¿acaso había escuchado mal?, ¿acaso era correcto lo que escuchaba?.

— Se que parece algo loco pero tienes razón, mi lugar no es en Arendelle, mi lugar va más allá de las paredes de este castillo —sus ojos se llenaron de lágrimas de solo pensar en que pronto se despediría de todo esto—; pero antes de dar estar noticia tengo que prepararte muy bien ¿si?, no podemos ir con los consejeros y que ellos se nieguen al no tener preparación.

— Por supuesto —se lanzó sobre sus brazos con alegría— gracias Elsa, no te defraudaré ni a nuestros padres, nuestro legado está a salvo.

Acaricio el cabello de su hermana con una pequeña sonrisa, jamás pensó que algo así sucedería pero estaba contenta de que el reino estará en buenas manos de ahora en adelante. Incluso en unas mejores.

— ¿Por qué cambiaste de parecer? —preguntó Anna curiosa, sabía que su hermana estaba cegada por la responsabilidad de ser la reina por lo que estaba confundida por ese cambio tan brusco.

— Tu mereces ser reina Anna, no yo. —realmente no sabía el verdadero motivo de su desesperación en darle el trono, tal vez sea que quiera huir como siempre, tal vez no quería casarse o tal vez.. solo quería descansar—; no logro familiarizarme con la gente del pueblo como nuestros padres pero tú si, nuestro padre me enseño que si no hay una conexión fuerte con la gente a la que sirves entonces algo estás haciendo mal.

— Tu no estás haciendo nada malo Elsa —parecía que se despreciaba ella misma, no podía permitir eso— la gente del pueblo nunca espero que tuvieras poderes, es todo, si esa es tu preocupación entonces..

— Por favor Anna, no quiero vivir así —podía verse la desesperación, incluso lo decidida que estaba en dejarle el trono a su dulce hermana.

— ¿Y qué harás con todos tus pretendientes?

— ¿Pretendientes? —alzo una ceja confundida— ¿de qué me hablas?

— Kristoff me dijo todo —Elsa empezó a sudar de los nervios, ¿que había visto Kristoff— me dijo que te enviaron cientos de flores a tu habitación, por eso decidí no visitarte, no quería interrumpir..

Lealtad [Helsa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora