Lealtad [Helsa]

11

A la mañana siguiente Elsa se levantó más temprano que de costumbre, tenía que recibir a los nuevos comerciantes que llegarían al reino. Ni siquiera se tomó el tiempo de avisarle al pelirrojo, quería desocuparse rápido y tener la mente ocupada para no pensar en lo de anoche.

Al llegar al muelle había unos barcos con un emblema bastante peculiar, los emblemas suelen ser usados por reinos o incluso por familias poderosas, es un símbolo que les representa así que deben de portarlo con orgullo; Ellos tenían un dragón en el centro y decoraciones bastante llamativas en las orillas de sus barcos, una vez su barco estaba anclado comenzaron a bajar grandes cajas de estos.

— Bienvenidos pongan todo en esa zona por favor —dijo Elsa señalando un pequeño stand que prepararon antes de su llegada—; gracias por darnos esto, puede entrar a Arendelle.

Varias personas hacían una reverencia al verla mientras que otras sólo le dedicaban miradas llenas de curiosidad y un poco de miedo, se había esparcido el rumor de su pequeña rabieta en el verano, por lo que entendía el motivo de sus miradas.

De repente la alarma de ataque empezó a sonar en Arendelle y guardias del castillo la rodearon, mientras que los demás apuntaban al cielo con sus flechas. Elsa se cubrió la cabeza sin entender que sucedía, pero al mismo tiempo se sentía débil y culpable de no poder ayudar a proteger su propio reino, jamás la dejan hacer ese tipo de cosas.

— Mi reina por favor es sólo nuestro jefe de aldea, apague las armas —dijo un aldeano del barco con desesperación.

— ¿Por que viene en un dragón? —le cuestionó un guardia—. Esas bestias pueden quemar nuestro reino, peor aún, matar a nuestra reina.

— Nosotros vivimos con dragones es algo normal para nosotros, lamentamos haberla ofendido —miraban aquellas armas filosas y bañadas de hierro que apuntaban a su adorado jefe.

Podía verse la silueta de un animal grande y negro volar entre las nubes, acompañado de gritos de alegría de vez en cuando. Elsa dio la orden y bajaron las armas, rompieron la formación de batalla y se dirigieron a sus puestos; finalmente luego de cinco largos minutos de miradas puestas en el cielo bajaron al muelle. Elsa jamás había visto un dragón en persona por lo que estaba sorprendida, ojalá Hans pudiera ver esto.

— Lamentó la inesperada visita mi reina, mi madre me mando a vigilarlo —dijo el chico de cabello marrón bajar del dragón—; no es nada malo, últimamente nuestros mares están repletos de rufianes debíamos de asegurar la mercancía.

— No se preocupe, usted debe ser el jefe de Berk —se acercó al mayor que le doblaba la altura por unos cuantos centímetros.

— Así es y usted debe ser la reina de Arendelle, la maravillosa y hermosa reina con poderes impresionantes —hizo una reverencia y tomó la mano de la albina para darle un beso sobre la palma de su mano—. Es un placer.

— No es necesario tanto halago —ríe un poco nerviosa, jamás había recibido una atención cómo está—. Sea bienvenido.

Luego de unas horas regresó al castillo llenando el barco de aquellos vikingos con mercancía. Después de todo eran socios, debía de darle solo lo mejor a sus aliados.

Al encontrar al castillo uno de los concejales la recibió en la puerta.

— Veo que le agrado el joven Hiccup —dijo aquel viejo con una sonrisa satisfactoria.

— Solo fui amable, no se emocione.

— Por favor mi reina solo acéptelo debe de casarse en algún momento.

Rápidamente se alejó de aquella situación caminando hacia su oficina, era increíble como hacían todo lo que estuviera a su alcance para poner un anillo en su dedo, no importaba su opinión ni mucho menos la decisión que quisiera para su futuro.