Playa.

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—Dios, ¿por qué las mujeres deben tardar tanto? — se preguntó a sí mismo. —No es como si fuese a una fiesta de quince años.

—Te estoy escuchando, tonto. — dijo Freen a las espaldas de Ken.

—En parte es cierto y lo sabes. — dijo con sus brazos cruzados. La castaña rodó sus ojos.

—Mejor apresúrate si no quieres hacer esperar una hora más a tu novia por mi culpa. — esta vez fue el turno de Ken rodar sus ojos.

—Dramática. — soltó Ken caminando hacia la salida de su casa.

—Aún así me quieres. — le dió un guiño.

Ambos adolescentes se dirigieron al coche de sus padres aquel sábado al mediodía para hacerse encuentro con la otra castaña que los esperaba pacientemente en la habitación de su casa.

Narong, un amigo de Ken le había hecho la invitación de pasar el día juntos en la playa en conjunto con sus amigos, era una oportunidad que el muchacho no podía declinar ya que eso indicaba pasar un tiempo agradable con su novia. Le habló poco tiempo después para preguntarle si le gustaría ir con él.

Se acercaban los tiempos fuerte de exámenes y sabía lo estresante que podía ser y lo complicado que sería conseguir tiempo para verse de forma tranquila con Rebecca.

Lo mismo hizo con su hermana, quien se entusiasmó enseguida supo del lugar al que irían. No era por nada, los amigos de Ken eran realmente tranquilos, pero como en todo grupo, siempre habría uno que podía hacer sacar fácilmente de sus casillas a alguien. No le tomó importancia cuando su única intensión era pasar el tiempo en la playa leyendo sus queridos y apreciados poemas.

—¿Ella sabe que voy? — preguntó Freen mirando por la ventana sin tener idea alguna por donde iban.

—No. — respondió con simpleza.

—¿No crees que le incomode que vaya con ustedes? — esta vez ella miró sus manos, jugando con los dos anillos que tenía en su mano izquierda.

Escuchó una ligera carcajada por parte de su hermano mayor. A veces se preguntaba si de verdad las cosas que salían de su boca eran tan graciosas como para que él acabara riendo como siempre lo hacía.

—¿Por qué son tan inseguras? — Freen tomó más atención de lo normal cuando notó que habló en plural. —Cuando fui a dejar a Rebecca el día que cenamos en casa, ella estaba preocupada porque no hablaste mucho durante la cena. — explicó.

—¿Preocupada? — repitió.

—Sí, creyó que no te agradaba su presencia ahí. — Ken sonrió. —Y ahora vienes tú preocupada que le incomode tu presencia.

Las castaña solo se quedó analizando la breve explicación de su hermano. Al parecer su intento por hacerle creer que su presencia le agradaba aquel día no fue más que aplastada por su poco hablar. Aunque ya no le preocuba tanto eso, sabía o al menos esperaba que Rebecca supiese que no era así. Después de todo, no le daba indicios para creer ello. Lo mismo pasaba con ella, la otra castaña no daba señales de incomodarla solo que tal vez quería pasar la tarde con su novio y nada más.

Decidió mantenerse a un margen durante su estadía en la playa.

El coche fue aparcado frente a una casa que imaginaba era la de su cuñada. Su hermano se excusó un momento para ir por ella en la puerta de su casa. Su mirada seguía clavada esperando la aparición de la chica que esperaban, no duró mucho la puerta en ser abierta mostrando a Rebecca quien se le veía bastante animada. Observó como ambos se daban un corto beso y decidió quitar su vista de ellos. No quería interrumpir su privacidad.

La última carta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora