Roce de emociones.

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—Creo que hicimos un desastre. — Rebecca fue la primera en romper la burbuja. Ninguna de las dos parecía decidida a moverse.

—Eso es un hecho. — Freen se sentía hechizada por los profundos ojos de Rebecca.

—¿Te parece si acabamos la pizza?

—Mhm, por supuesto. — Freen se levantó con su corazón en la boca para luego intentar ayudar a Rebecca.

Le tendió una mano.

—Gracias. — aceptó. —. Te ves genial, deberías ir así a clases. — bromeó.

—Tu no te quedas atrás. — Freen dijo de forma coqueta haciendo reír a Rebecca.

Aunque hubiese sido en broma, fue suficiente para sonrojar y dejar tímida a la más baja.

—Prometo ayudarte a limpiar.

—Acepto, pero primero lavemos nuestras manos y acabemos con nuestra pizza. — Rebecca asintió en acuerdo.

Ambas continuaron con su respectivo labor, armando la pizza y riendo de vez en cuando en cuanto una decía algo para hacer gracia con la otra, se sentían relajadas y con un buen sentimiento atrapado entre ambas.

Freen quería evitar pensar en lo que había sucedido entre ellas con esa mirada tan fija y el silencio que se instaló con ambas en el suelo. El cosquilleo en su nuca capaz de recorrer su espalda fue poco normal cuando recordó como miró con disimulo los armoniosos y carnosos labios de Rebecca. Tersos, suaves y con un color único a simple vista que fue capaz de atraparla.

Se regañó mentalmente por verlos de aquella forma, sintiendo un extraño frío en su vientre.

—¿Preparaste el horno? — Freen seguía un poco perdida en su cabeza. —. ¿Freen? — Rebecca la llamó con más fuerza.

—¿Disculpa? — alzó su mirada para encontrarse con el ceño levemente fruncido de la otra castaña.

—Te preguntaba que si ya el horno estaba caliente.

—Ah, sí, está todo listo. — asintió. —. Te concedo el honor de colocar a mi hija en el horno.

—¿Tú hija?

—Sí, mi hija. Yo la hice.

—Yo también la hice.

—Mhm, pero es mi hija. — Freen la miró con suficiencia.

—En ese caso sería nuestra porque la hicimos las dos. — dijo con simpleza llevando la pizza al horno. Freen abrió su boca ligeramente con sorpresa.

—Como digas. — dió por terminado el tema. —. Ahora lo mejor será que hagamos limpieza antes de que llegue alguien y vea este desastre.

—El que comenzaste tú por supuesto.

—No hubiese sucedido si no me hubieses llamado mimo. — se defendió Freen.

—Realmente no hubiese sucedido si tú no te hubieses ofendido por eso. — insistió Rebecca.

Ambas se miraron fijamente, pero al ver sus deporables estados se echaron a reír sin control alguno.

Freen se acercó a la más baja para sacudir un poco su cabello teñido de blanco por la harina.

—Lo siento por eso.

—No lo haces.

—Realmente no. — se encogió de hombros llevándose un ligero empujón.

—¿Colocas un poco de música? — Freen negó.

—Si quieres escuchar música entonces canta tú. — bromeó la más alta buscando las escobas para comenzar a limpiar.

La última carta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora