Recitación de disculpas.

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Domingo.

Solían ser el día más flojo del mundo, tal vez se debía a porque le daba paso al lunes para comenzar nuevamente la semana, por ende las personas aprovechaban de descansar lo más que podían.

Y eso hacía Freen.

Recostada en el sofá del salón de su casa que se encontraba sola ya que sus padres habían quedado con unos viejos amigos y su hermano quedó en ir con sus amigos para ver alguna carrera de autos en conjunto.

Se dedicó el día entero a leer mientras tenía de fondo música en bajo volúmen que se reproducía automáticamente de un género y artista a otro constantemente solo para darle algo de ambiente al lugar y no desconcentrarse por completo.

Escuchó unos ligeros golpes en la puerta principal, dejó el libro abierto en el mueble inconscientemente acomodando un poco su ropa y su cabello para abrir la puerta, que al hacerlo, se topó con otra castaña con una tímida sonrisa mirándola directamente a los ojos.

—Hola, ¿se encuentra Ken? — Freen ladeó su cabeza.

—Hola. — regresó el saludo. —No está, salió hace un par de horas. — explicó.

Notó como la sonrisa de Rebecca se deshacía de a poco.

—Entonces vuelvo luego. — dijo con desgano.

—¡No! — exclamó rápidamente sin pensar. —Quiero decir, ¿No te gustaría pasar un rato? Ya sabes, para matar un poco el tiempo. — aclaró. Rebecca pareció pensarlo.

—No quiero incomodarte y tampoco interrumpir tu día de descanso. — Freen negó chocando con un poco de fuerza la palma de su mano con su frente.

—Me parece o creo que ya hablamos de eso ayer, Becc. — dijo haciéndose a un lado. —Adelante, no interrumpes ni incomodas. — le dió una sonrisa para que sintiera confianza. —Tampoco muerdo.

Ese comentario le causó gracia a la más baja, quien no dudó en pasar luego de un momento.

—¿Tus padres? —Rebecca escuchó la puerta ser cerrada.

—Tampoco están. — informó. —Estoy segura que estarían encantados de verte aquí nuevamente.

—Espero que así fuese de ser así. — ambas llegaron al sofá donde yacía anteriormente sentada la castaña.

—¿Bromeas? Mis padres te adoran. — Freen se dejó caer en el sofá haciéndole una seña a su compañera para que hiciera lo mismo. —No dejaron de hablar de tí desde el día que saliste por esa puerta.

—Espero que haya sido para bien. — un ligero color carmesí se apoderó de sus mejillas.

Freen no podía dejar de encontrar tan tierno el como ella tenía aquella facilidad para sonrojarse.

—Creéme que ha sido más que bien. — la castaña rió. Ambas quedaron en silencio por un momento. —Supongo que viniste para arreglar las cosas con Ken. — dijo con cuidado.

—Estás en lo cierto. — suspiró pesadamente. —A veces puede ser cabezota.

—Ni que me lo digas. — respondió Freen. —Igual y aún así lo quieres, ¿Cierto? — Rebecca asintió.

—Ken es extremadamente dulce y atento, es un buen chico. — una genuina sonrisa se escapó de los labios de Freen. —Pero ayer fue alguien un poco... No sé como explicarlo.

—Idiota. — sugirió. —A veces tiende a serlo. — se encogió de hombros. —No sé que haya sucedido, pero estoy segura que tienes tus razones para haberte enojado con él.

La última carta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora