Invitación al amor.

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Freen sentía el ligero viento mañanero dar contra sus mejillas con suavidad. Su cuerpo reposaba sentado en la banca de la entrada del colegio. Se escuchaban las diferentes voces hablar de diversos temas, sus amigas aún no llegaban, por lo tanto, aprovechaba el momento de la mejor forma que podía.

Con su preciado libro de poemas.

Sus ojos centrados entre las líneas llenas con letras de tinta negra, sus pupilas ligeramente dilatadas por la fascinación de aquel poema que llenaba y calentaba su alma.

Aquello definitivamente era capaz de atraparla y transportarla a la escena del pasaje de letras descritos en el papel.

Por otro lado, Rebecca la miraba desde lo lejos, ya acostumbrada a que la chica se sumergiera con brutalidad sin notar o dar atención a nada más en su alrededor.

Su perfil prominente destacado por la perfilada curva de su nariz era lo que alcanzaba a distinguir desde esa distancia, aún así, en su cerebro consiguió recordar cada detalle de su delicado y armonioso rostro, desde sus pestañas, hasta sus delgados y carnosos labios. El ligero color miel en sus ojos y las ondas de su cabello que acostumbraban reposar al costado de sus mejillas haciendo resaltar las facciones de su cara. Rebecca se sorprendió al encontrarse recordando cada detalle del rostro de Freen delicadamente, casi como si no quisiera olvidarse ninguno.

Se sintió un poco extraña por ello, pero en su mente no estaba mal visto admirar la belleza que caracterizaba a la castaña. No podía negarlo, nadie podría hacerlo.

Freen era lo bastante atrayente como para despertar algún tipo de interés en ella aún así ella no estuviese prestando la atención suficiente a su alrededor.

Dicen que nuestro instinto es tan fuerte, que podemos sentir cuando una persona nos está mirando tan detenidamente, se puede sentir la energía o carga de aquella mirada y Freen fue el vivo ejemplo de ello.

Su concentración se vió interrumpida cuando se sintió observada, sin embargo, había tardado un poco en darse cuenta de ello.  Sus ojos abandonaron el libro y miró hacia el frente, su vista chocándose agresivamente con la de su cuñada.

Observó la mano de Rebecca agitarse desde la distancia en forma de saludo, mirando la alegre sonrisa que se dibujaba en su boca, incapaz de no contagiarse del mismo entusiasmo, hizo lo mismo, esta vez cerrando su libro, levantándose y haciéndose camino a su encuentro.

Sus pies parecían haber actuado mucho antes de lo que ella quería.

—Buenos días, Freen. — saludó Rebecca.

—Buen día, Becc. — regresó el saludo. Miró a los lados con su ceño fruncido. —. ¿Desde qué hora estás acá? No te había visto antes.

—No tengo mucho que llegué igual. — aclaró.

—¿Por qué no fuiste a dónde estaba? — preguntó con curiosidad.

—No quería interrumpir tu lectura. — dijo con cierta timidez.

—De todas formas no lo ibas hacer. — dijo ladeando su cabeza. —. Me he leído ese libro varias veces, tantas que ya tengo la mayoría de líneas grabadas.

—Con mucha más razón para no interrumpirte, es tu favorito.

—Agradezco que seas tan considerada, de verdad, pero que te sientes conmigo mientras leo no hará que me enoje.

Rebecca pareció pensarlo un poco.

—Lo tomaré en cuenta para la próxima. — la más baja bajó su vista hacia el dedo de Freen que había sido lastimado casi dos días atrás, notando la venda que adornaba su dedo. —. ¿Qué tal sigue eso?

La última carta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora