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16 de abril del 2018

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16 de abril del 2018

Mis ojos viajan por todo su cuerpo, desde sus zapatos negros hasta su cabello desordenado. El desinterés en sus ojos cuando miro por toda la aula y se quedaron en los míos. Los verdes suyos y los azules míos batallan por ver quien es capaz de resistir el desprecio que desbordaban nuestras miradas. La pequeña sonrisa burlona en su rostro me hizo despertar las ganas de, alguna manera, quitársela. Mis hombros se volvían a tomar una posición recta y mis dedos apretaban el metal del bolígrafo. Tener a mi enemigo en mí misma aula no es algo que me alegre.

—puedes tomar el asiento que está vacío, Joven Myers—hablo la profesora, amablemente.

Lo vi caminar hasta el único asiento libre del aula, primera fila, ultima asiento. Suspire con cierto alivio, cuando la profesora Dennys decidió no irrumpir en su elección. La cual queda a unos grande metros de distancia.

Mordí la tapa del bolígrafo e intenté olvidar su presencia aquí, casi imposible de hacer ya que el ambiente se volvió tenso, y la sensación de esa mirada penetrante golpear mi espalda me hacía estremecer. Recordando los encuentros en las cenas familiares que compartían ambas familias y como intentamos disimular las ganas de matarnos ahí mismo. Alexander y yo siempre hemos sido polos opuesto, en todo el sentido de la palabra. Somos como aceite y agua, no nos podemos mezclar.

Sincerándome no lo soportaba en las reuniones familiares que solia tener con su familia, por dos razones: la primera es muy simple, la compañía de Alex no es algo que puede ser agradable para las personas. Él contiene una personalidad que puedo asegurar que ni él mismo se puede aguantar. La segunda, es que, pierdo la cabeza cada vez que cruzo una palabra con él. no hay nadie en el mundo que me puede sacar de mis casillas como lo hace él.

Solo espero no tener que cruzármelo si no es necesario ni mucho menos dirigirle la palabra.

Solo quedan ocho meses para graduarme, solo ocho meses en donde tendré que disimular mi disgusto hacia él.

(...)

Cuatro horas encerrada en un salón con veinte y cinco estudiantes más, entre ellos, él innombrable. Con paciencia espere a que todos salieran, acomode mi flequillo y me mire en la pantalla negra del celular. Con normalidad soy la última en salir porque a mí desgracia mi salón se componía de la mitad en monos salvajes. Apenas oyen la campana no tardan en salir como unos idiotas. Mi pies se moviera impaciente, hoy, especialmente hoy estoy más desesperada de lo normal en salir de este salón.

Deseaba estar en algún lugar lejos de aquí, la incomodidad que recorría mi cuerpo aún no se ha ido, en cuatro horas, esa sensación seguía en mi como un recordatorio.

Cuando ya todos salieron no tarde en ponerme en marcha. Cruzando el lumbral sentí un algo toco mi hombro, chocándolo con cierta fuerza. Levante mi cabeza con confusión, y vi la sonrisa de lado de Myers. El cual no se disculpó ni se volteo a mirar, solo siguió su camino como si no lo fuera hecho de aposta.

Las grietas del corazón (saga corazones: libro 2) BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora