🔥CAPITULO 17🔥

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EDITADO.

🍌<<{Stepan}>>🍌

Mi frutillita se vuelve a poner la máscara después de esa descarada insinuación sobre el trabajo manual y le corta la pierna desde la rodilla.

Se ve que la máquina es liviana y fácil de usar con una mano, porque una sostiene la máquina y la otra le sostiene la pierna en lo alto.

Cuando termina con cada pierna, la parte superior cae cómo saco de papás, la parte superior queda en la mano de mi frutillita quien la mira con una felicidad terrible.

Es como un niño en una dulcería.

Va a la mesa, deja ambas piernas ahí después de en el suelo cortarlas al medio para que entren en el bolso.

Arlene: Qué dices, ¿Si le mando esta parte a Bao, volverá a meter su polla?

<<Oh, no, no lo hará, les di un muy buen avisó.>>

Enzo: Quizás debiste utilizar un pepino llamita.

Lo mira frunciendo el ceño y ladeando la cabeza.

Arlene: ¿Por qué? Fue divertido mandarles una polla en trozos.

Enzo: Por qué tocaste esa polla y la viste con esos ojos que solo deberían vernos.

Stepan: Apoyo lo que él dijo.

Arlene: Hay ya, no se quejen, media la mitad de la de ustedes, aparte utilice guantes, yo no toco cosas feas, tengo suficiente con esta.

Señala a la mujer.

<<Uf, joder, mujer apestas, ¿Por qué meas tan fuerte? ¿No fuiste a checarte al doctor?>>

Nos reímos, como si el olor fuese por algún problema de ella.

Nathan: ¿Qué más le vas a hacer? Pecosa.

Arlene: Tendría que cauterizar los cortes, la tía Ate me dijo que no es necesario por el suero, pero lo haré igual.

Agarra el soplete y empieza a cauterizar el vacío de las manos que sacó, el pecho de la mujer sube y baja con rapidez.

Viendo bien a la mujer, debería estar muerta desde que le sacaron la lengua, para una persona como ella el dolor es nuevo, le causaría un infarto seguro.

Para una persona como Arlene, el dolor es sinónimo de estar vivo, es su naturaleza, el dolor en ella sería como las cosquillas.

También es sinónimo de poder y venganza, disfruta ser la que lo infringe, lo hace con pasión, como si fuera un arte.

Cuando termina de cauterizar todo, incluso su muslo, el olor a carne asada asalta mis fosas nasales.

Me dio hambre.

Arlene: Bueno, bebé, ya casi terminamos, solo... ¿Alguno necesita algún órgano?

Todos negamos.

<<Una lástima planeaba aprender a extirparlos sobre la marcha en tu cuerpo, pero no podrá ser esta vez.>>

Chasqueo la lengua y niega con la cabeza mientras mira las herramientas en la mesa.

Agarra unos fierros que tienen mango de goma y se acerca, y trae un cilindro, parecido a una mini parrilla.

Mete las puntas de los fierros en el, antes de apoyarlos en la piel de la mujer, sale humo de la zona donde lo apoyo, y un terrible olor a carne siendo quemada.

Cuando vuelve a poner los fierros en el cilindro nos acercamos a ver lo que hizo.

La marco, como lo hacen con el ganado.

«A» «N»

La marca por todo el cuerpo, incluso en el rostro.

La desata de la silla y se la carga en su hombro otra vez para sacarla del granero.

¿No le duele la espalda después?

Caminamos detrás de ella hasta unos metros alejados del granero, donde hay una silla.

¿Qué hace una silla en el medio de la nada?

¿Porqué el pasto está negro?

La sienta en la silla y le pone ¿Un chaleco? Y se aleja a verla.

Eric: ¿No la atas?

Arlene: No es como si vaya a escaparse.

Nos hace una seña para que la sigamos, mientras va dejando un camino de nafta.

¿De dónde la sacó?

Saca un encendedor de su bolsillo cuando ya estamos alejados y lo tira hacia la nafta, que se prende rápidamente y llega hacia la mujer haciendo un círculo a su alrededor.

Enzo: ¿El chaleco para qué?

Arlene: cuando las llamas lo alcancen explotará, podría activarlo y terminar de comprobar si es verdad que las cucarachas sobreviven a las explosiones, pero le faltaba... chispa.

El fuego empieza a consumir el suelo debajo de ella y ella cae al querer inútilmente esquivarlo.

Hay desesperación en su mirada mientras cae, terror, miedo, lágrimas, impotencia, todas las cosas que busco por meterse con la mujer equivocada.

Las llamas consumen la silla mientras queman parte de sus piernas y....

Kaboom.

Explota en mil pedazos, cuando el chaleco es alcanzado por el fuego.

Nos acercamos cuando acabó,  entendí la razón del suelo negro, no era la primera vez que hacía esto.

No quedó nada de la mujer, ni hablar de la silla.

Gianluca: ¿Ya terminaste, pequeña antorcha?

Frunce el ceño enojada mirando el suelo quemado.

Arlene: No me agradeció por purificar su alma —niega con la cabeza— uno ya no quiere ayudar al prójimo porque la gente como está no agradece.

Volvemos a entrar al granero.

Nathan: pecosa, yo te agradecería si me enseñarás esos trabajos manuales de los que hablas.

Enzo tiene razón, estos mellizos son unos aprovechados.

Arlene: ¿Cómo me agradecerías?

Se limpia la sangre de las manos con una toallita húmeda desinfectante.

Nathan: Haciendo lo mismo por ti.

Arlene: Eso no me interesa, tuve suficientes dedos durante cuatro años.

Aiden: ¿De quién eran los dedos?

Arlene: Míos —suspiran, pero ella sonríe, va a salir con uno de sus chistes negros— los corte de una mano y me los lleve, eso los hace míos, ¿No? Según dicen, el que lo encuentra se los queda.

Arlene. 7°Donde viven las historias. Descúbrelo ahora