Capítulo 1: Ojos verdes

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"Si un evolucionado te persigue, no corras, son más rápidos." Pero ahora estaba huyendo.

Lograron penetrar una zona de la ciudad y se libraba una pelea.

—¡Por aquí, Marien!

Mi compañero —amigo mío y también médico— Marcos Castillo, me guio por un callejón para perder a nuestros perseguidores, unos H.E. Por suerte, parecían algo lentos.

El grupo de seres pasó de largo, excepto el que iba más atrás. Entró por el callejón, siguiéndonos. Estaba cansada de correr y ya me dolía respirar. Estaba a punto de rendirme, después de todo ya no tenía a nadie. Ellos habían acabado con mi familia, quizá ya no había nada más por lo que luchar.

Mi compañero me tiró de la mano obligándome a correr más rápido. En ese mismo momento, el H.E tiró de mis cabellos sin lograr atraparme, llevándose consigo unos cuantos y arrancándome un grito de dolor y desesperación.

—¡No dejaré que te rindas! —gritó mi amigo. Se le escuchaba tan agotado como yo, y no era de extrañar.

Durante los estudios de la carrera habíamos hecho la apuesta de cuidar nuestra salud, y él no podía descuidarse en la comida porque enseguida aumentaba unos cuantos kilos. Si salíamos de esta, sin duda se pondría a dieta.

Marcos estaba en mi casa en el momento del ataque. Era de madrugada y estábamos por ir al laboratorio a continuar con nuestra investigación, que trataba sobre una sustancia natural altamente tóxica y que podría funcionar como arma biológica para acabar con los «humanos evolucionados».

Luego de lo de mis padres, encontré, como un motivo para seguir, esa investigación. No sabía si era venganza lo que buscaba, o solo contribuir a mi especie. Solo había sabido que necesitaba seguir.

Fue cuando estábamos por salir, cuando nos percatamos de las alarmas y del grupo de seres que corrían atacando a las personas. Los de seguridad ciudadana iban tras ellos, disparándoles sin parar. Todo era un caos.

Mi amigo tiró una vez más para acelerar el paso, pero otro ser apareció de sorpresa por un costado, embistiéndolo. Le mordió el brazo en el acto, haciéndolo soltar gritos y palabras ofensivas. Grité, desesperada. El H.E que venía detrás de nosotros se lanzó contra el otro, separándolo de Marcos, y se pusieron a luchar, como si fuera su presa.

Aprovechamos ese momento para volver a huir. Él estaba herido. Esos salvajes tenían una mandíbula poderosa, podían arrancar músculo y piel si así lo querían, aunque la herida de mi amigo no parecía ser demasiado profunda ni grave.

—Separémonos, yo los distraeré.

—¡¿Qué?! ¡No!

—¡No seas terca! ¡Mi sangre los atraerá, debe...! —Nos detuvimos de golpe al darnos cuenta de que el callejón terminaba ahí.

Estábamos acorralados. Volteamos y los dos seres estaban parados detrás, a unos metros; podía verlos ansiosos por lanzarse sobre nosotros.

—Vaya, salió mejor de lo que pensé —dijo uno. Lucía sus colmillos con una sonrisa.

Entonces no era que eran "lentos". Esto, para ellos, era un juego.

—Yo los vi primero, así que no te metas —el otro ser se preparó para saltar hacia nosotros. Podía ver la fuerza de sus músculos tensándose bajo su ropa. Un rugido bajo empezó a sonar desde su pecho y salía de entre sus dientes.

Sí, también gruñían y rugían. ¿Algo más, madre naturaleza?

Era el fin. Agarré del brazo a Marcos, lista para recibir —por lo menos— una muerte rápida. El H.E corrió hacia nosotros y cerré los ojos, aterrada. Marcos me envolvió en sus brazos apretando fuerte. Todo acabaría muy pronto.

Ojos de gato SirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora