Sirio
—Siempre que llegamos en la mañana tocamos el pad para registrar el ingreso —iba explicando Max. Toqué la pantalla y la superficie se encendió en verde—. Okey. Luego debes ver en los horarios si hay algún plan o si simplemente puedes ir calentando en las máquinas y esperar a ver si doy aviso de algo.
—Uhm —miré alrededor y vi un par de hombres levantando esos pesos que les gustaba tanto a los humanos—. Entendido...
—Ahora que tu tiempo está corriendo, el dinero va a empezar a ir a tu cuenta. Como asumí que no tenías una cuenta bancaria, mandé a crear una en el banco de Seguridad Nacional. Ellos tienen ese programa, ya sabes, porque hay muchos chicos que salen de la escuela y entran de frente a las fuerzas armadas. Ya está activa, así que tu tarjeta de débito te va a llegar en un par de días aquí. ¿Está bien?
—Sí. Está perfecto.
—Ahora... La mayoría aquí llama al otro por el apellido, así que imagino que te has acostumbrado a tu apellido falso, Ramos, en caso de que alguien te hable...
—Sí, también estoy acostumbrado a mi nombre falso. No hay problema.
Asintió satisfecho.
—Perfecto. Ahora ven, vamos a probar algunos equipos.
Me sentí extrañamente emocionado por empezar un "trabajo humano" o algo así. Iba a hacer todo lo mejor posible. Vi que tenían todo registrado en sus computadoras, era muy diferente a mi pueblo.
Max me dejó usar algunas máquinas, y se impresionó por el peso que podía manejar.
Luego de hablarnos en grupo, aunque, según lo que entendí, ya había hablado de mí con ellos, nos hizo salir a todos al campo.
Los hombres se turnaron para ver quién podía derrumbarme, pero no lograron darme ni un solo golpe. Conversaron entre ellos, todavía preguntándose si yo era "real". Algunos me veían como a un animal peligroso que no estaba enjaulado, y otros, como un nuevo reto.
Sonreí de lado con cierta satisfacción y reconocí a los que eran "presas", aunque eran pocos. Bien.
Se armaron de a cuatro y me atacaron. De todos modos, no tardé mucho en apartarlos y dejarlos en el suelo, quejándose de dolor. Cuatro más se lanzaron. A uno lo aventé a un costado de un puñetazo, al otro lo tomé del brazo y usé la fuerza con la que venía para girar y lanzarlo contra el que se acercaba por detrás. El cuarto quedó mirando y dio media vuelta.
Max rió. Al parecer, le gustaba ver sufrir a sus hombres. La mañana pasó rápido y, para después, los jóvenes se retiraron.
—Oye, salvaje —llamó Max, sonreía como si planeara algo—. Tengo algo que es más acorde a tu nivel.
Y eso me emocionó también.
Me posicionó en el inicio de una extraña pista, dijo que era de obstáculos, y fue hacia un tablero de mando.
—Encontrarás a algunos muñecos humanos —avisó—. Quiero que los hieras a muerte, sé letal. Quiero ver mucha acción evolucionada.
Asentí y me preparé. Dio la señal y salí disparado.
Me gustaba correr así de veloz. Brotaron llamas de la tierra y salté, esquivándolas. Escuché un disparo y me agaché, sorteando una enorme bala de cañón. Wo, por poco y me daba. Corrí cuesta arriba por una montaña de neumáticos en tiempo récord y, al bajar, vi a un maniquí de los que mencionó. Me lancé y lo golpeé, tan fuerte, que se estrelló y despedazó contra el suelo.
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Ojos de gato Sirio
RomanceÉl es salvaje, pero no sabe ni lo que es un beso. Marien va a quedar fascinada por su naturaleza y va a querer enseñarle. Un apuesto joven de ojos verdes es capturado y acusado de ser un muy peligroso Evolucionado. Pero él no recuerda y está dispues...