Epílogo

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—Ah, aún no —susurra Sirio mientras detiene con suavidad a un pequeño H.E.

Me hallo sentada sobre una roca, cerca de ellos, mientras acechan a un conejo tras unos arbustos.

—Cierto, debo esperar a que baje la mirada —susurra con entusiasmo mi pequeño hijo.

Él es perfecto, se parece a mí, pero posee todas las características de evolucionado, con los ojos verdes hermosos como los de su padre.

—¿Ves? —le indica Sirio—. Si fallas ahora no te preocupes, irá hacia el lago. Recuerda, siempre a favor del viento, ¿puedes sentirlo?

Mi pequeño mira al cielo y cierra los ojos, sintiendo la brisa soplar contra él. Vuelve su vista al frente, completamente enfocado, le dará caza al conejo. Es un pequeño y temible depredador de dos años, con el carisma de un humano y la fuerza y astucia de un H.E.

Avanza con lentitud sin causar ruido alguno, yendo a darle el encuentro al pobre animal. Se pone de cuclillas estando a un pie de distancia y brinca. El conejo logra escabullirse de sus pequeñas garras y empieza la persecución hacia el lago.

Se pierde un poco de vista, pero Sirio está atento a su aroma. Se acerca a mí con su hermosa sonrisa.

—Bueno, si tiene suerte, más tarde también podríamos comer conejo —dice sonriente.

—Claro, debí suponer que le enseñarías a cazar conejo, uno de tus favoritos —murmuro mientras rodeo su cuello con mis brazos.

Me aprieta contra su cuerpo manteniendo su pícara sonrisa.

—Te gustan también, lo sé... Desde que tuve que salir a las dos de la madrugada a cazar uno porque a ti se te había antojado.

Mi esposo nunca titubeó cuando le pedía algo, y mucho menos mientras estuve embarazada. Además, es un excelente cocinero en cuanto a carnes, una suerte para mí, ya que mis antojos giraban alrededor de eso.

—Comeré sin quejarme si prometes que me dejarás comerte a ti en la noche —susurro apenas.

Me besa, y le correspondo con todo el amor que me inunda por él.

Nos ha costado un par de intentos, pero finalmente lo hemos conseguido. Cuando le dije a Sirio sobre mi embarazo estaba asustada, pero él se puso demasiado feliz y me ayudó a despejar mis temores, tenía fe en que todo saldría bien y me pidió que me enfocara en eso, y así lo hice.

Nuestro pequeño es el primero de su clase al parecer, Marcos dedujo que los genes de evolucionado eran dominantes sobre los de humano, así que, si un día todos se cruzan, las características humanas quedarán en el pasado, para darle entrada a lo nuevo: humanos evolucionados, más perfectos, más listos. El inicio de una nueva era.

—¡Ups! No vi nada —exclama mi hijo.

Volteamos a verlo. Está con el conejo en una mano mientras se tapa los ojos con la otra. Sonrío y me le acerco. Tiene solo dos años, pero por su naturaleza, avanzó más de lo que un bebé humano alcanza a esa edad.

—Tranquilo, ya sabes...

—Ninguna palabra de esto a mis amigos —completa.

Obviamente, he decidido vivir con Sirio en su ciudad, en una bonita casa campestre, conectados con la naturaleza, como debió haber sido siempre. No quiero que mi hijo crezca cerca de los vicios y perversiones humanas.

El pequeño se lanza a darme besos en el rostro y no puedo evitar reír.

—Papá dice que a ti sí te puedo dar besos —anuncia feliz.

—Por supuesto que sí.

Beso su frente y lo abrazo fuerte.

—Listo. ¿Vamos, Leo? —dice mi esposo mientras lo toma de la mano.

Ojos de gato SirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora