Capítulo 42: En su búsqueda

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El bosque seco de algarrobos nos recibió de buena manera. Max había insistido en movernos en una de sus camionetas. Me hubiera reído si se quedaba sin su combustible y energía, pero solo si no hubiera estado a punto de morir del dolor.

Conducía lento por el camino de tierra. A veces veía fascinado el bosque. Yo también había estado así de embelesada por el bosque alguna vez, mientras Sirio se veía tan acorde con lo salvaje de este.

—Bueno, guíame —pidió mi no deseado compañero de viaje.

—¿No es importante que estés en la ciudad con todo lo que está sucediendo? —pregunté incómoda.

—No, mi hermano también está a cargo.

Resoplé frustrada.

—Perfecto —exclamé con sarcasmo.

—Y... ¿Cuál será tu punto de partida?

—Ir a su ciudad, quiero ver si sus amigos me ayudan con su fino olfato.

Deneb y Rigel, esperaba que pudieran ayudarme y no se lanzaran a matarme por haber dejado que se llevaran a Sirio. Mi esperanza estaba con ellos por ahora.

—Hum, buen punto. Felizmente mi hermano guardó la ruta cuando llevó a su padre. Y esta bebé puede con terreno accidentado —dijo mientras salía de la pista principal.

Llegar ahí serían quizás unas dos horas o mucho menos, no era buena calculando el tiempo en marcha. Iba observando por la ventana con la mirada perdida en la nada, hasta que un estrepitoso ruido me hizo brincar en mi asiento. Max había encendido el radio y había puesto "música", si es que a eso se le podía llamar así.

—Por favor —reclamé—, algo menos ruidoso, ¿sí?

Chasqueó los dientes y buscó otra cosa.

Me miré en el espejo retrovisor del costado del auto. Seguía hecha un desastre, pero ya no importaba. Recosté mi cabeza en el asiento y quedé dormida unos segundos, llorar agotaba y yo era una llorona de primera.

—Le pedí a mi hermano que revelara otras grabaciones a ver qué pasaba —comentó, interrumpiendo mi leve sueño—. Oh, perdón, no me di cuenta de que dormías...

Volví a recostarme en el asiento.


***

—¿Estás bien? —me preguntó una hermosa voz grave.

Abrí los ojos y me encontré con los suyos, tan verdes, bellos como siempre. Suspiré profundo y con alivio.

—Malos sueños —respondí casi en susurro—. Te habías ido sin mí...

—No estés triste, ya pasó, son solo sueños —me acarició—. Todo está bien, estoy aquí, ¿ves?

Me dolía el pecho, pero pronto pasaría, era la secuela del mal sueño. Vaya, solo una muy fea pesadilla. Sentí el roce de sus labios en mi mejilla y sonreí. Oh, cómo había extrañado eso a pesar de que solo había dormido, parecía que había sido una eternidad.

Me subí a horcajadas sobre él, sorprendiéndolo un poco, pero sonrió enseguida. Esa sonrisa celestial. Se sentó y quedamos nariz con nariz.

Pero... Él ya no estaba.

Sacudí mi cabeza ante ese raro pensamiento. Claro que estaba aquí, esto no podía ser una alucinación. Lo abracé y respiré hondo, pero no logré detectar bien su delicioso aroma. No importaba, él estaba aquí...


Una leve sacudida me despertó. Fruncí el ceño, negándome a abrir los ojos y salir de ese hermoso sueño, pero el ruido del motor de la camioneta se metió por mis oídos, trayéndome más rápido a la realidad.

Ojos de gato SirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora