Capítulo 21: Lo que somos

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Sirio me sacó de mis oscuros pensamientos rozando suavemente sus dedos con los míos. Alcé la vista, los gemelos ya estaban en la mesa, mirándome. Ursa y la madre de Sirio también y al parecer conversaban amenamente sobre algo en su idioma, otra cosa que yo no lograría.

—¿Todo bien? —me preguntó casi susurrando y preocupado.

Asentí con la cabeza. Tenía un nudo en el estómago, pero si salía disparada de ahí me odiarían más, aunque ganas de desaparecer no me faltaban. Me armé de valor y fui a la mesa.

Miré la comida, parecía estofado de venado o algo así, olía delicioso y supo aún mejor.

—Hum —exclamé casi para mí misma.

Al parecer me oyeron, había olvidado su buen oído. Los gemelos sonrieron, era igualitos hasta en sus actos.

—¿Te gusta nuestra comida? —preguntó uno de ellos—. Eres genial.

—Rigel cree que eres muy linda —dijo el otro.

—Calla —dijo Rigel con algo de rubor en el rostro—, tú dijiste eso primero.

Vaya al menos a ellos les simpatizaba.

—Deneb dijo que, si fueras evolucionada, les pediría a sus padres formar un núcleo.

Al parecer su hermano le dio una patada por debajo de la mesa, ya que vi cómo se aguantó el dolor. Antonio soltó una leve y corta risa. Miré de reojo a Enif y Ursa, ambas comían tranquilas en silencio.

—Sabía que ella les gustaría —comentó Antonio.

Continúe comiendo, al terminar todos agradecimos. Los gemelos se pusieron de pie, Deneb cogió un cojín del sofá y golpeó a su hermano con tanta fuerza que el relleno salió disparado por toda la sala. Quedé asombrada por lo rápido que había sido.

Rigel le gruñó a su hermano y me volví a asombrar, ya había olvidado que podían hacer eso. Estalló una guerra de almohadas entre los dos, aunque pronto pasó a ser guerra de fundas de almohada.

—Hombres —murmuró Ursa.

Miré a la madre de Sirio preocupada porque estuviera enojada por la destrucción de los cojines, pero ella mantenía su sonrisa y los miraba con cariño.

—Bueno —dijo ella—, me retiro a dormir. Si te vas mañana por favor házmelo saber, Sirio.

—Sí —respondió él.

Su mamá asintió con su leve sonrisa.

—Cuídalo —murmuró hacia mí.

Me desconcertó. Me miró un par de segundos con esos felinos ojos, insistiendo en algo, como un gato, y de algún modo sospeché que quería que lo detuviera. Y si estaba equivocada, bueno, ni ella ni Ursa parecía que iban a detenerle así que en realidad yo era la única que quedaba para tratar.

—Sí, lo haré... —contesté.

Enseguida se puso de pie y se retiró.

—¡Hey, Sirio! —exclamó uno de los gemelos, nuevamente no sabía quién era quién—. ¿Qué tal un desafío?

Mi Sirio se puso de pie sonriente y me dedicó una dulce mirada antes de irse con ellos al jardín.

—Esa canción que tocaron en la plaza es su favorita —murmuró Ursa—. La bailamos una vez mientras los músicos la ensayaban, fue la primera vez que él se atrevía a hacerlo. —Golpe bajo. Sentí una leve punzada de celos, pero detecté algo de dolor en su tono de voz esta vez—. Sirio es tan raro, siempre mostró interés por tu especie y eso siempre me incomodó —dijo en forma de lamento—. Pobre su madre, a mi parecer le tiene mucha paciencia...

Ojos de gato SirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora