Capítulo 15: Confío en ti

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La siguiente ciudad era la capital finalmente, calculé que sería otro día de recorrido. Seguimos hurgando entre las músicas del reproductor, pero luego él pidió que le hablara de mí, aunque ya lo había hecho, un poco.

—Creo que soy yo la que quiere saber más de ti.

—Sí, pero también quiero saber sobre tu cultura. Por ejemplo, no me dijiste acerca de los besos. Te conté sobre bebés apareciendo y no me explicaste. Sé que sabes más sobre eso que yo...

Reí y me di un golpecito en la frente.

—Sí, bueno...

Él volvía a verse serio. Si no fuera porque a veces no expresaba mucho, hubiera sospechado que algo le incomodaba. Quizá había sido yo con mi beso, pero pensar en eso era estúpido.

Ya era cerca de medio día, así que nos detuvimos, Antonio me enseñó a armar su cocina improvisada nuevamente y preparé algo de carne pre-cocida.

Nos sentamos a comer, le di una botella de leche y él sonrió apenas, algo le faltaba a su sonrisa. Me angustié al pensar que quizá en verdad había algo que le preocupaba.

Comí en silencio hasta que no pude soportarlo.

—Oye... no estés preocupado, si algo pasa y tienes que pelear yo estaré bien, ¿sí?

Me miró confundido por unos segundos y luego bajó la vista.

—Sé que no te gusta que pelee, y he tratado de evitarlo, como verás, pero de igual forma te lastimé.

Negué sonriendo.

—No. Olvida eso, fui una tonta al ofenderme, razonaste con ellos en vez de irte a los golpes, eso me hace sentir... orgullo.

No entendía, ¿tanto le preocupaba? Quizá yo era la que debía entender que, para él, esas cosas eran nuevas, ya que su cultura era muy diferente como todos lo decían.

—Eres una buena persona —le aseguré.

Volvió a sonreír apenas, era como si no lo creyera. En verdad no creía lo que le había dicho, quizá algo más le pasaba, quizá no estaba así por mí.

—Solo espero no fallarte de nuevo durante el tiempo que esté contigo —murmuró.

Sentí algo de pánico.

—¿El tiempo que estés conmigo? No digas eso. Quiero que te quedes conmigo... —Noté que empezaba a ruborizarme y él pareció sorprenderse—. Además, dijiste que me mostrarías tu pueblo.

Sonrió.

—Sí.

Sentí el alivio recorrerme, él y su bonita sonrisa estaban de vuelta. Quizá lo que le preocupaba era morir a causa de pelear, o a causa de mi gobierno.

—Todo irá bien —susurré—. No voy a dejar que te toquen.

—Pero yo tampoco voy a dejar que te toquen, me pondré en frente como sea, así que si yo...

—No, Antonio...

—Si muero... por favor, no te angusties.

Caramba. Suspiré con frustración.

—Bueno. Okeeey —dije con molestia y eso también pareció sorprenderle—. En tu cultura piensan mucho en la muerte, me parece.

Sonrió con culpa.

—Sí, tal vez, porque veo que ustedes no...

—Quizá sí lo pensamos, pero no la tenemos tan presente como una posibilidad diaria... no lo sé.

Ojos de gato SirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora