Capítulo especial 3: Bienvenido

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Sirio

He estado muy ocupado por cuatro días por construir una casa junto con mi padre y colegas, y muero por ver a la razón de mi vida. Los gemelos me reciben cerca de casa.

—Todo en orden —dice uno de ellos.

—La hemos visitado como pediste —agrega el otro.

—Muchas gracias.

No me gusta dejarla sola, pero admiro su habilidad de saber llevarse consigo misma. Ella tiene sus propios proyectos en los que trabajar, también ve a sus amigos, y le gusta sorprenderme con alguna receta "experimental", como les llama, aunque todo lo que haga sabe delicioso, y me gusta hacerle algo rico también cada vez que tengo la oportunidad.

Sonrío al recordar nuestra noche anterior. Terminamos teniendo una suave danza al ritmo del jazz, una música que puede tener un sonido muy «sensual», según dice. Y tuvo razón, aunque para mí no existe nada más sensual que su cuerpo junto al mío.

Entro a mi hogar y voy a buscarla siguiendo su aroma, me es imposible confundirlo a pesar de que ha dejado algo preparado en la cocina. La encuentro por el jardín, regando las plantas. Voy y la abrazo por la espalda tomándola por sorpresa. Ella ríe en silencio y beso su cuello.

—¿Cómo te fue? —pregunta en susurro.

—Muy bien —respondo mientras rozo mi mejilla con la suya—, ¿y tú? ¿Cómo va el hospital?

—Casi vacío como siempre. —Gira y se cuelga de mí, plantándome uno de sus dulces besos. Le correspondo con pasión mientras la aprieto fuerte contra mi cuerpo—. Te he extrañado —murmura contra mi boca y la beso con más fuerza.

Muerdo su bonito labio inferior y la alzo en mis brazos para llevarla a nuestra habitación. Ella acomoda su rostro en mi cuello y me doy cuenta de que algo le preocupa. ¿Cómo no lo noté antes?

Me siento sobre el colchón y la mantengo en mi regazo.

—¿Todo bien? —pregunto.

Ella guarda silencio unos minutos, suspira y se pone de pie. Mi mente vuela, ¿le habrán dicho algo por ser humana? ¿La han ofendido? ¡Quién se ha atrevido!

—Creo... —murmura apenas y me mira—. Creo que estoy esperando un bebé.

Me quedo en blanco lo que parece una eternidad, pero son solo un par de segundos. Una amplia sonrisa aparece en mi rostro y ella también sonríe, aunque apenas.

Un bebé, creí que nunca se podría, una pequeña parte de ambos, el producto de nuestro amor. Y de hecho, lo amo al instante.

—Soy papá —murmuro mientras aún lo asimilo.

—Bueno —responde y sonríe un poco más—. Al parecer, yo también, soy mamá.

Me lanzo, la tomo de la cintura y giramos mientras río, no puedo evitarlo, soy demasiado feliz. Ella ríe también pero su expresión cambia a tristeza, me detengo y me abraza, colgándose de mí. Vuelvo a sentarme con ella aferrada a mi cuerpo.

—Tengo miedo —susurra contra mi cuello.

—¿A qué? Todo saldrá bien...

—¿Qué pasa si no vive? Marcos dijo...

—No importa —le interrumpo con tono dulce—, todo irá bien. No importa lo que la ciencia diga —me mira y posa su frente sobre la mía—. Todo irá bien, enfócate en eso —sonríe y eso me hace sonreír también—. Te amo.

Me besa con pasión y me pierdo unos segundos, se detiene mientras respira y su dulce aliento llena mi boca, desliza la punta de su dedo por mi cuello y baja hasta el primer botón de mi camisa.

Ojos de gato SirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora