Capítulo 31: Nueva compañía

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Marien

Max, todavía con el brazo vendado, seguía con sus rituales de entrenamientos, el método de regeneración con células madre había evolucionado muy bien en los últimos siglos, ahora el odioso ese andaba feliz fastidiando más que antes.

No había buenas noticias sobre el asunto de la grabación, a pesar de que salió en radio y televisión. La gente no mostraba interés o simplemente no se mostraba en desacuerdo, los únicos que reclamaban y hacían marchas eran los que pertenecían a las asociaciones protectoras. Mientras tanto los de seguridad habían negado todo, alegando que el video no era auténtico.

Max había decidido actuar para conseguir más muestras y quejarse al gobierno, mientras seguía usando a Sirio y a los otros evolucionados para su entrenamiento.

Rosy me acompañaba y los veíamos de lejos, estábamos sentadas junto a unos arbustos cerca de la alambrada, y la pared de escalar.

Max había unido en un solo lugar a los hombres y las mujeres. Estábamos observando cómo los evolucionados competían en una especie de carrera de obstáculos. Sirio seguía siendo el más veloz, Alpha y Centauri eran los más lentos por tener más musculatura, Ácrux casi alcanzaba a Sirio pero aún así tenía desventaja.

Rosy quería intentar que Ácrux la mirase pero no parecía suceder. Quizá nuestra posición no ayudaba, estábamos prácticamente ocultas. De todos modos sentía curiosidad.

Él era de la misma estatura que Sirio, los ojos color miel y el cabello casi rubio. Alpha y Centauri quizá eran hermanos, eran parecidos, los dos con ojos celestes y el cabello negro, más musculosos. Aunque era consciente de que Orión podría ser incluso más enorme.

Max ponía a prueba a algunos de sus soldados para ver qué tal les iba en un enfrentamiento con los evolucionados, pero a pesar de lo macizos que eran dos de ellos, no lograban tocarlos, seguían siendo más veloces que un hombre promedio.

El pequeño grupo de mujeres observaba. La líder, amiga de Max, casi siempre estaba a su lado, opinando sobre alguno que otro movimiento y esas cosas. Ella me daba algo de miedo, era guapa, pero se notaba que era severa. Y en cuanto a su cuerpo, me recordaba a Ursa, estaba en muy buena forma.

—No me gusta cómo esa mujer mira a nuestros hombres —comentó Rosy.

Aquí íbamos de nuevo con los temas triviales.

—¿Qué? —pregunté riendo.

—¿No ves? Casi siempre se acerca a ellos, sobre todo a tu Antonio.

—Les da indicaciones.

—Y aprovecha para tocarlos.

—¿Ah?

—A veces le toca el brazo.

Suspiré. No me había dedicado a observar eso, me había preocupado más por lo que pasaba y porque esas personas no delataran su presencia ahí, aunque Max juraba que todos eran leales ya que habían hecho un juramento. Pero Rosy, como siempre, con sus cosas. De todos modos me puse más observadora.

—Piénsalo —insistió—. ¿Antonio sabe cuándo una mujer le está coqueteando? No lo creo.

Reí un poco, pero me quedé pensativa. Sin embargo, mis pensamientos se fueron esfumando mientras me distraía mirando a Sirio. Esa camisa azul marino contrastaba a la perfección con su piel, sus felinos ojos verdes destellantes y su cabello oscuro... su forma de ser conmigo, su promesa... Me quedé embobada hasta que recordé otro asunto importante.

—Es verdad —dije— debería tratar de hablarle al gobierno sobre el uso de la toxina, decirles que deberíamos dejar de atacarnos, tratar de acabar con esto.

Ojos de gato SirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora