Capítulo 38: Ataque

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Sirio

Me quedé pensando un par de segundos luego de que todos se retiraran. Quizá yo también necesitaba relajarme, ya que no me había sentado nada bien esto. Miré a mi dama, que se acercaba.

—¿Qué sucede? —preguntó.

Fui hacia ella y terminé acorralándola contra el escritorio.

—Tú no estás condenada a muerte, no lo estás —aseguré.

Me encargaría de que no fuera así. Rodeó mi cuello y acarició mi cabello, calmándome por el momento.

—No te preocupes por mí, me preocupas tú. —Había usado la frase que solía decirle.

Le sonreí apenas, negando en silencio.

—Estaré bien.

Era ella quien me preocupaba. Nunca pensé que llegaría a sentir que dependía de que ella estuviera a salvo para yo estar tranquilo.

Tiró de mí, rodeando mi cuello con sus brazos, y mis labios rozaron los suyos.

—Estaremos bien —susurró—. Nada malo va a pasar, ¿sí?

La besé sin poder resistirme. Me devoré sus ricos labios con calma, sintiendo cada detalle, disfruté de esa deliciosa sensación que causaban al moverse con suavidad entre los míos, y acariciando su piel. Ella me sonrió y le correspondí el gesto, para luego continuar. Era tan hermosa, tan dulce, no podía imaginar un mundo sin ella.

La abracé con fuerza y luego bajé a su cuello para darle otro beso ahí, gozando de su suave aroma.

¿En qué momento, desde que la vi, se volvió mi vida entera?

—Me atraes tanto... —confesé, tomando su cabello sedoso entre mis dedos—. Y hueles tan bien... Cuando te veía caminar a mi lado, tan libre, admirando el bosque. Cuando vigilaba tus sueños y te veía tan apacible, siempre sintiéndote segura conmigo a pesar de lo que yo soy, me preguntaba por qué no podía decírtelo, ¿por qué no podía declararte mía de algún modo?

—Yo pensaba lo mismo de ti —dijo con el adorable rubor en sus mejillas—, ¿por qué no me atrevía a besarte? Quizá el hecho de que no lo supieras me hacía dudar.

—Me hubiera encantado saber sobre los besos antes, yo te habría besado sin dudarlo.

Rio entre dientes.

Suspiré, sintiéndome más calmado, y me atreví a juguetear con el botón de su pijama. La miré y ella sonrió de forma traviesa.

—Eres tan... deseable...

¿Deseable?

Sacudió la cabeza en negación. Como ya había despertado mi lado juguetón de nuevo, mis manos se fueron a sus suaves senos. Su aliento se profundizó contra mis labios y me dirigí por su mejilla hacia su oído.

—Me gustan. ¿Sabes? Me tienen fascinado, los observaría todo el día.

—Bueno, puedes hacerlo...

Sus manos también me tocaron, y me encantaba la forma tan posesiva en la que lo hacían.

—Eres preciosa.

Me besó, y sentí que la mala situación al fin empezaba a quedar de lado, al menos por ahora. Me sentía mejor y solo quería que este momento con ella durara para siempre.

—Te amo demasiado —murmuró—, no quiero que te separen de mí.

—Sabes que yo también te amo, y no lo harán, tranquila. —Suspiró y volvió a relajarse, tocándome de nuevo. Sonreí al sentir la piel de su cintura debajo de su pijama—. ¿Sabes? Conté los pequeños lunares de tu piel, bueno... —Solté una muy corta risa—. Los que he logrado ver en esos momentos de desenfreno.

Ojos de gato SirioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora