Näive

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Beep, beep, beep, beep.

Cole bufó en resignación al escuchar su alarma. El sonido parecía haber perforado sus tímpanos en un mili segundo, obligándolo a abrir los ojos; la inclemente luz que se filtraba por la ventana de la habitación le daba directo al rostro gracias a que se había quedado dormido en el suelo. La cabeza le dolía con tan solo pensar en incorporarse y salir a tremendo día soleado. La alarma volvió a encenderse para recordarle que se le hacía tarde una vez más. El sonido irritó a Cole de tal manera que en lo único que pensaba era en irse, estar junto a la puerta y largarse de aquél lugar que lo fastidiaba por todo. Estrelló su mano contra el aparato que se encontraba junto a él en el suelo pero fue muy tarde cuando reaccionó a lo que estaba realmente sucediendo. Al momento en el que su mano había impactado en el despertador, su cuerpo se había sumergido a un mar de ondas que lo hicieron retorcerse y cuando volvió a la realidad su cara se estrellaba contra el piso de la entrada de su casa.

- ¿Cole, estás bien? -La voz de su hermano mayor, James, le resonó como un eco dentro del cerebro.

Se incorporó de manera paulatina midiendo sus movimientos mientras se agarraba con fuerza la frente. Sentía que su masa encefálica se le derretía y filtraba por las orejas, ni siquiera lograba asimilar que acaba de tele transportarse desde su habitación al hall.

Abrió los ojos con temor a que una luz lo cegara. Su hermano estaba de pie frente a él con un bol lleno de cereal con leche en una mano, y una cuchara en la otra. Él lo miraba extrañado. Cole podía oír el crujido de las hojuelas del cereal siendo trituradas por los dientes de James. No sabía si los latidos que oía eran los de su hermano o los de él, pero de lo que sí estaba seguro era de que podía escuchar la respiración de James como si fuese la suya propia. Oía como ésta se empañaba al tocar la cuchara y escuchaba con intensidad el choque del plato con el cubierto. Podía saber incluso a qué ritmo se movía la leche siguiendo el compás de las hojuelas.

- ¿Te sucede algo?

La voz de James fue un chirrido en la cabeza de Cole que lo hizo cogerse la frente con más fuerza. El aire que silbaba por los dientes de su hermano al pronunciar cada palabra era como cuchillas para Cole.

- ¡Deja de hacer eso! -exclamó Cheryl al mismo tiempo que empujaba a James hacia atrás.

Cole era considerado un tipo demasiado alto para su delgada musculatura, y su hermano era el doble de alto que él y el triple de masa, sin embargo cuando Cole pegó su mano al hombro de James, éste se tropezó varios pasos hacia atrás logrando que el cereal se le regase encima.

-Hijo de-

- ¡Pero mira este desastre!-La madre de Cole, Irma, iba camino a la cocina con una pila de trastes en las manos cuando se topó con la situación. Se le veía tan atareada como de costumbre; con una coleta castaño claro mal recogida y el cansancio de maquillaje en el rostro. En esa casa vivían 10 personas, pero de todo se encargaba Irma. Ella estaba tan familiarizada con el desastre que ni siquiera levantó el tono de voz por el reguero de leche y cereal-James, será mejor que empieces a limpiar eso y te vayas a cambiar.

-No, no, no. Este tarado me tiró todo encima. Él lo va a limpiar. -James señalaba a Cole enfurecido.

-Solo digo las cosas una vez, mi cielo. -Irma levantó una ceja hacia su primogénito expectante, este dio un patazo a la pared mientras se retiraba la camisa y desaparecía por las escaleras. Irma tendió a Cole una de las pilas de platos-. ¿Estás preparado?

- ¿Para qué exactamente? -Cole se sentía mareado, no estaba seguro de si por la confusión de haber traspasado desde su habitación hasta la entrada de la casa o por el oleaje de fuerza que sintió al empujar a James. Su oído no estaba tan agudo como al principio, la voz de su madre era manejable.

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