Olive.

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Freddie roncaba desde el asiento trasero siguiendo el ritmo de la melodía que ya entonaba Tatiana bajo los brazos del mismo. Cole los vigilaba por ratos, para asegurarse de que estaban ahí y no podía dormirse, por mucho que el sueño se apoderara de él, ya que la vida de aquella pareja dependía de él. De Ohio a Washington D. C. era demasiado para un ser humano detrás de un volante; a Cole le reconfortaba saber que él no era del todo humano. Al menos no uno corriente.

El cielo se aclaraba paulatinamente, esparciendo el violáceo por todo el panorama y bajando unos cuantos grados a la temperatura. El reloj mostraba las cuatro de la madrugada. Si sus cálculos eran precisos, llevaba en la carretera siete horas. Bostezó al rascarse la nuca, la modorra jugaba con él por ratos.

Mya Wy. Mya Wy. ¿Quién era Mya Wy y por qué tuvo que enamorarse de ella? ¡Todo lo que sabía era una mentira y lo único que sabía eran mentiras! Se había encaprichado hasta la médula con alguien que, a pesar de estar ahí, era irreal. Le había bastado un año para decidir que ese era el amor de su vida, y terminó por descubrir que el amor de su vida solo quería su muerte. Bueno, eso poniéndose en plano fatalista melancólico despechado, pero de cualquier forma, aquello había atentado contra su salud tanto como contra su bienestar emocional.

Pegó un puñetazo en el manubrio logrando que Tatiana se despertara.

— ¿Ocurre algo? —musitó adormilada.

—Vuelve a dormir. Fue un reflejo. —Cole le sonrió desde el espejo retrovisor aunque sabía que desde donde ella se encontraba era difícil que lo divisara.

— ¿Cuál es la hora? ¿Ya estamos cerca?

—Son las cuatro con algo. —Cole agachó la cabeza para poder leer un letrero—. Bienvenida a Maryland.

— ¡¿Maryland?! Es que manejas como trencito de pueblo, Colibrí. ¡Ya hubiésemos llegado! —Tatiana se quitó a Freddie de encima para pasarse al asiento del acompañante—. Yo manejo ahora, apárcate.

—No. —Cole río por lo bajo—. Es el carro de mi padre, no te lo doy ni muerto.

Tatiana levantó la ceja, escéptica mientras cerraba los brazos por encima del pecho.

                                                                              * *

Cuando Cole se despertó se encontraba abandonado en el asiento trasero del auto, en medio de la bulliciosa ciudad. Había accedido al final y Tatiana había conducido todo el camino desde Maryland hacia Washington, él por su parte con el apoyo de Freddie se había trasladado al asiento trasero para hacer de las suyas con Morfeo.

Retiró una lagaña seca de su ojo. Las puertas del carro se abrieron hacia afuera y el olor a comida rápida ingresó al igual que Freddie junto a Tati.

—Ten. La he pedido cómo te gusta. —Fred le tendió una bolsa café que olía al paraíso de Cole.

—Si siguen comiendo tantas porquerías van a terminar por morirse —reprendió Tatiana que masticaba un rábano.

—Tatiana, el césped que tú comes no te va a hacer inmortal. Prefiero vivir disfrutando lo que una hamburguesa es, ilusa.

—Tus venas se van a tapar, y entonces habrás querido hacerme caso, Coliflor. Yo al menos viviré más que tú.

—No si te asesino primero con mis grasosas y carbohidratadas manos. —Cole hizo ademán de quererle tocar el rostro con una de las papitas que estaba a punto de llevarse a la boca.

Tatiana le dio un zarpazo para que se tranquilizara.

—Son las seis de la mañana. —Freddie chequeó su celular—. Abren el Centro a las seis y media; si vamos antes tenemos mayores oportunidades de que no nos atrapen.

— ¿Y si vamos en la noche? —Propuso Cole con la boca llena—. Cuando cierren es mejor.

—Mientras más temprano mejor, la ciudad aún no se levanta por completo. No es New York, acá sí duermen. —Freddie le quitó la bolsa a Cole—. Digiere rápido, vamos en cinco.

Pasados los cinco minutos asignados, el trío se encaminaba hacia el Centro educacional a paso acelerado. Faltaba solo una cuadra; Cole colocó por encima de su cabeza la capucha de su chompa negra.

—Voy a adelantarme. —Cole tronó los dedos, alistándose—. Los espero adentro, ilusos.

— ¿Por qué será que siempre nos llama ilusos? —Escuchó Cole que Tatiana decía cuando él ya había alcanzado la esquina de la siguiente cuadra.

Sonó un aplauso en sus palmas, enseguida, tele transportándose hacia dentro.

Las luces estaban todas apagadas haciendo notorias las cámaras en los pasillos, debido al punto rojo que parpadeaba en cada una. Cole levantó las manos con el fin de determinar con ayuda de su hipersensibilidad cuántas cámaras había dentro, cuando lo supo, las desactivó haciendo puño. Comenzó a caminar por los pasillos del lugar guiado por su oído; estaba siguiendo las ondas eléctricas que se esparcían en el aire provocando un chirrido inexistente para el oído humano, para poder llegar hasta el eje de control donde podría desactivar cualquier alarma del edificio. Estando dentro de la sala, al usar una vez más la tele transportación, colocó sus manos en el tablero de comandos y lo descompuso, al instante, clics provenientes de todos los lados comenzaron a sonar, comprobándole de esa forma a Cole que había derribado toda la seguridad. Corrió hacia afuera en busca de sus amigos.

—Cool. ¿Qué hiciste? —preguntó Freddie cerrando la puerta de entrada detrás de Tatiana.

—Violé un par de aparatos —respondió Cole orgulloso.

—Aparatos es lo único que violas. —Tatiana empezó a avanzar por el pasillo hasta llegar a un interruptor y encender la luz—. Para este lugar la bóveda con todos los papeles es como para los bancos los cajones de dinero, ¿verdad?

—Mismo papel, diferente color. —Cole les indicó con la cabeza que lo siguieran.

Llegaron hasta la bóveda en un piso más abajo; también se encontraba desbloqueada así que entraron sin problemas, el conflicto real era que habían más de cincuenta hileras de metales con incontables cubículos de gran tamaño con el nombre de cada diferente institución alrededor de la ciudad.

Cole miró boquiabierto a Freddie, éste le devolvió la expresión mientras sacaba un papel de su bolsillo.

—Elije la que quieras y búscala, igual tú, Tati —Freddie les mostró el papel a ambos.

Cole asintió, leyó dos nombres y se fue por uno de los pasillos que las hileras formaban. 

U... U... U...

Cole giró en otra hilera.

U... U... U...

Los nombres de las instituciones estaban organizadas por orden alfabético, Cole tuvo que girar en tres letras más hasta encontrar la U. Buscó el nombre del colegió, agarró el gran cajón que hacía la de cubículo y lo situó en el suelo.

2010, 2011, 2012, ¡2013!

Décimo, décimo. Mya Wy.

— ¡Encontré los papeles! —exclamó.

En respuesta solo obtuvo un 'BIEN' de parte de Tatiana.

Siguió así hasta encontrar los demás papeles de los años anteriores, pero cuando iba por séptimo grado un gritillo emitido por Tatiana hizo que Cole se sobresaltara, había decidido no prestarle atención cuando un golpe seco rompió el silencio en el ambiente, luego se escuchó otro aún más fuerte. Cole se colocó detrás de una de las hileras y agudizó todos sus sentidos excepto el de la vista. Los estaban atacando.

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