Inmortals

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Esperaban, con paciencia, sentados en el suelo del laboratorio hasta que lo exámenes estuviesen listos. Fred movía con el índice, un péndulo de madera que no se podía bambolear por sí solo. Nix descansaba la cabeza en una de las puertas que hacían de casilleros por debajo del mesón, mientras Cole tarareaba Centuries de Fall out Boy simulando que tocaba una batería con sus palmas y piernas. Tatiana se encontraba en la otra habitación chequeando la computadora de vez en cuando.

El inteligente ahí era Freddy, pero a Tatiana le había entrado mucho más interés desde que se dio cuenta de que su loca teoría podía ser cierta. Fred la había ayudado muchísimo, sin embargo, por sí sola, Tati ya tenía los conocimientos suficientes. Cole se limitaba a escucharlos, no podía decir que al menos se sorprendía, puesto que desde infante los había visto poner en acción sus cerebros.

Aún recordaba la forma en la que había conocido a sus mejores amigos. Fred era su vecino, y en una de esas tardes, en las que Cole se escondía de sus hermanos mayores, en la copa del árbol en su patio, la pelota de Fred le cayó encima. Cole se había caído del árbol debido al impacto provocado por la pelota, que por varias semanas, ni para sus padres, ni para él, tuvo dueño. Recordaba su estadía en el hospital y lo desesperante que era tener el yeso en el brazo. Fred lo fue a visitar cuando, por fin, le habían dado de alta, y en ese momento le confesó que aquél pelotazo había sido de su parte. Cole se había reído por la cara con la que Freddy había confesado su delito, y como decía la verdad, decidió que sería su amigo. Años después, Fred se mudó unas cuadras más atrás por asuntos económicos, Cole pensó que jamás lo volvería a ver, así que se ingeniaron un plan entre los dos para escaparse a vivir en el parque. No había salido del todo cómo planearon, ya que los hermanos de Cole los tuvieron que cuidar tanto a él, como a Fred durante la única noche que se 'escaparon'. Años más tarde, cuando a Cole lo cambiaron de escuela, se encontró con un profesor que tenía la mirada más extraña que había visto en su vida, ese, era el padre de Tati, a la cual conoció un día que el maestro tuvo que darle clases a Cole en su apartamento. Cuando Irma y Joel, llevaron a Cole a la casa del profesor, este se dio cuenta de que era bastante cerca de donde vivía Freddy. Ese día se las ingenió para que Tatiana lo ayudara a ir a visitarlo, y desde aquél momento, los tres no se habían separado jamás. Por eso le encantaba estudiar en aquella institución pública, porque era la única forma en la que podía estar junto a sus dos mejores amigos.

— ¡Chicos! —Tati ingresó a la habitación con la tez pálida. Tenía varios papeles en sus manos, y no despegaba la espalda de la puerta—. Hay alguien con nosotros, he escuchado pasos.

Los tres se pusieron de pie en un milisegundo, Cole agudizó el oído, y en efecto, había más de once corazones latiendo en el mismo edificio, sin contar los de ellos.

—Cargan botas, como si fuesen policías —anunció Nix con la mirada perdida en el suelo.

—Son once personas, no puedo distinguir dónde están, pero están aquí.

— ¿Qué vamos a hacer? —Fred se acercó a Tatiana para colocar el seguro a la puerta del laboratorio.

—Hay que salir de aquí, pueden ser los guardias del colegio. Nos meteremos en un lío. —Tatiana tomó a Fred de la mano, y le echó una mirada de preocupación.

—Cole, sácanos de aquí —Ordenó Nix colocándose el gorro por encima de la cabeza—. Rápido.

Cole asintió, les indicó que formaran una cadena, para que no se le complicase tanto el asunto de tele transportase juntos. Apagó la luz de la habitación, y pegó un palmazo en sus piernas. Se sumergió en las ondas, procurando no hacerlo demasiado rápido, para que sus amigos no vomitaran al aterrizar. Visualizó el lugar de aterrizaje, pero sintió una barrera al tratar de llegar a este. Utilizó la fuerza de su mente para romper dicha barrera, sin embargo, esta opuso resistencia. Cambió de lugar de aterrizaje, y de cualquier forma, no podía lograrlo. Imaginó la terraza del colegio, como último recurso, solo entonces su cuerpo fue arrastrado hacia donde había decidido.

— ¿En serio? —exclamó Fred al incorporarse, alarmado—. ¡Sácanos de aquí, no súbenos un piso!

—No, no sé qué sucede. —Cole se sacudió la ropa mientras se acercaba al borde de la terraza—. Hay algo que no me deja traspasar.

—La puerta de esta terraza está trancada desde hace más de 13 años, nadie la puede abrir desde ese tiempo. —Tatiana se acercó a la puerta oxidada y la haló consigo hacia atrás—. Al menos podemos decir que no nos atraparan.

—Me camuflaré, así puedo traspasar las paredes, averiguaré quiénes son y alguna forma de sacarnos de aquí. —Nix hizo temblar sus manos hasta que su cuerpo empezó a ocultarse en el ambiente mismo.

Cole asintió a la nada. Ese era un poder bastante ventajoso, podía esconderse de las demás personas para espiarlas. Se preguntó cuántas veces Nix habrá utilizado ese poder para espiarlo a él.

Después de algunos minutos de miradas suplicantes por parte de sus dos mejores amigos, Nix volvió a aparecer ante ellos, esta vez con el aspecto lleno de terror, y el sudor cayéndole a borbotones por el rostro.

—Son los hombres de Limburgo. —Nix agarró a Cole por el brazo—. Vienen a por ti.

— ¿Por qué estás tan segura? No solo supongas, Nix. –El rubio sintió aquella sensación que la muchacha despedía, llenarlo a él.

—Son del gobierno, Cole. Dijeron que te habían ubicado aquí, pero...—Nix se detuvo a tomar aire—. ¿Cómo sabían ellos en dónde estabas?

—Mya —soltaron Fred y Tatiana al unísono—. Esa zorra. —complementó Tati, refunfuñando.

—Ella no escuchó que Fred me dijo que viniera, o al menos eso creo... —Cole negó con la cabeza—. Es que no puede ser... ¿Por qué me quieren de vuelta?

—Siempre regresan, Cole. —Nix entornó sus ojos azules en los celestes del rubio—. Tenemos que salir de aquí.

—No puedo sacarnos, yo...—

La chaqueta de Nix comenzó a brillar con intensidad, ella retiró de su bolsillo una botella plástica. Cole supo que era la botella de Sean, puso los ojos en blanco. Al parecer, esos dos se habían estado comunicando. Nix expuso la botella hacia los demás, con el rostro congestionado en confusión. El rubio se acercó para poder divisar lo que fuese que estuviese por aparecer. La imagen en el agua fue turbia en un principio, se mantuvo quieta y entonces pudieron, los cuatro, ver la situación del otro lado de la botella.

Era la bodega en la que habían dejado a Sean hace tiempo atrás. Allí se encontraba el último mencionado, sujeto a una silla mediante sogas tanto en las muñecas como en los tobillos. Se escuchaban otras voces, sin embargo, no se podía distinguir a los emisores. La visión que tenían era bastante mala, y de ángulo horizontal, de modo que solo podían ver un poco por encima de los brazos de Sean.

—Lo repetiremos por última vez, ¿cuáles eran sus nombres? —vociferó algún personaje fuera del panorama.

— ¡No me sé sus nombres! Juro que solo me atacaron y se marcharon, ¡lo juro! —respondió Sean tratando de librarse de las sogas.

— ¿Cuántos eran?

—Tres chicos. Eran altos, y creo que eran hermanos, ¡no lo sé!

— ¿Cómo puedes saber que eran hermanos?

—Se parecían, por un coño, ni modo lo sabría porque son diferentes, ¡mierda! ¿Qué quieren ustedes? Lucían igual, los tres eran castaños y tenían los ojos apagados.

— ¿Eran como tú? ¿Podían hacer lo que tú haces?

—No lo creo...

— ¿Por qué no los atacaste de vuelta entonces?

—Por la misma razón que no los mato a todos ustedes, eran más que yo y tenían armas. Soy todo menos pendejo, por una mierda.

—En realidad, eres, más que nada, pendejo. El jefe tenía razón, ustedes son solo errores. Acaben con él, y traigan el cuerpo.

— ¡No! ¡No! —Las uñas de Sean se clavaron en los bordes de la silla—. ¡Les dije todo lo que sé!

—No fue suficiente. Así como tú.

Un balazo rompió en el aire, al mismo tiempo que la conexión se desvanecía. La camisa de Sean se empapó con sangre. Otro balazo se estrelló contra alguna parte de su cuerpo, y la imagen en la botella desapareció. 

NetherMostDonde viven las historias. Descúbrelo ahora