|Capítulo dos|

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Seguí temblando bajo su atenta mirada, mi pecho subía y bajaba velozmente debajo de mi enorme camiseta. La opresión en mi pecho junto con el golpeteo de mi corazón en mi cabeza.

Suspiro buscando calma con desesperación, hasta que esta se devuelve en cuento el idiota delante de mí me acorrala como si yo fuera la mierda que tiene que pisar.

—¿Ya dejaste de llorar? —tragué en seco.

Downey nunca me hizo algo tan grave aparte de halonearme como un muñeco de trapo, no obstante, él podría ser igual o peor de cruel que su novia. Y los detesto de la misma manera que a ella.

—Eso debería de preguntartelo a ti.

No era idiota, el hecho de que no me agrandaban no significa que este ciego y ellos estaban muy mal. Lo suficiente como para llevar más de dos semanas sin hablar, ¿será que esta vez es la definitiva?

Eran unas pequeñas mierdas, pero se complementan de una manera aterradora. Hasta creo que respiran en sincronía.

Su mandíbula pareció más definida cuando la apretó en señal de enojo, mis manos temblaron a los lados de mis pants deportivos. No aparté la mirada en cuento se acercó más y más hasta robarme mi propio aire.

—Vuelves a abrir la boca y...

—No tengo tiempo para tus amenazas vacías, y creí haberte dicho que no me tocaras —lo empujé.

Y me desconcertó no poder usar toda mi fuerza, ¿qué pasaba? ¿Por qué de repente todo parecía ir arriba de mí? Los ojos de Downey me observaban confundidos, mientras que intento sostenerme de algo.

Oh, mierda.

—¿Estás bien? Pareces como si fueras a...

—Estoy bien.

Aseguré, asintió sin creerme pero le importaba tan poco que no insistió. Cerré mis ojos buscando aclarar mi vista, me aferré al material de la pared detrás de mí.

—Bien, porque necesito que seas mi novia.

Carcajeé antes de caer al duro suelo

🏐🏐🏐

En cuanto abrí los ojos, la primera reacción fue cerrarlos de nuevo.

¿Por qué seguía viva?

—Estaba a punto de llamar a la funeraria.

—No lo creo, no te tomarías tantas molestias por alguien que no sea tú mismo —respondí sin mirarle.

A juzgar por donde venía la voz, estaba a mi izquierda. Suspiro, levantando mi cuerpo de a poco solo para terminar encorvada en la cama con apenas fuerzas, observo mis rodillas raspadas y rojizas. Relamo los labios queriendo mojar éstos ya que moría de sed.

—No deberías correr tanto.

—Y tú no deberías de estar en la tierra, pero aquí estás.

Odiaba con toda mi fuerza sentirme débil, por lo que cuando caí nuevamente a la cama luego de levantarme, solté un bufido sonoro. Escuché su endemoniada risa sin gracia alguna, tan falsa como todo él.

—Estúpida.

—Dejado.

Dejó de sonreír en cuanto le dije, apretó la mandíbula y los puños dándome la mejor de la satisfacción al verlo tan afectado por su relación terminada y jodida con su novia.

—Toma.

Alzo una ceja a su mano, tomo el vaso solo para terminar dejándolo en la mesita de noche y volver a levantarme, esta vez no caí. Downey se colocó delante de mí con los brazos cruzados en una pose de muralla.

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