|Capítulo cuatro|

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Es viernes. Último día para estar metida en un aula escuchando a un profesor.

La última materia que tenía que cursar se trataba de biología, faltaba poco para las vacaciones de verano por lo que las cosas se están adelantando más de lo debido.

Se podía sentir el oler a estrés de aquellos que dejaron todo a última hora. Yo en cambio, estaba tranquila porque no tenía que preocuparme por ninguna asignatura.

A excepción de física.

Raisy no ha mandado nada importante en el grupo y de cierta forma lo agradezco, mi humor seguía de los perros porque mi mente no dejaba de recordar la visita inesperada de anoche.

Me dolía la cabeza y no dormí del todo bien.

Para colmo, estaba tan perdida en lo que pasó que olvidé el paraguas a pesar de que escuché la noticia diciendo que podría llover hoy.

Por lo que me lamenté a mí misma cuando la torrente lluvia interrumpió al profesor de su clase, provocando una distracción.

Hago una mueca, exasperada.

Estaba cansada y ni siquiera era un cansancio físico.

Retuerzo mis dedos encima de mis pantalones, mismos dedos que no dejaban de temblar mientras esperaba que la clase terminara lo antes posible.

Mi pecho está oprimido, al menos así me sentía. Como si tuviera la pata de algún animal gigante encima y no me dejara respirar libremente.

Estuve a punto de pedir permiso al baño cuando sentí mis ojos arder, no obstante, la voz del profesor despidiéndonos me ahorró hacerlo. Tomé mis cosas ya guardadas sin pararme a escuchar los deberes que antes había dicho.

Anoté todo en cuanto comenzó.

Camino deprisa, pensando a dónde ir. Afuera llovía y pese a que ya es tiempo de irme a casa, no quería mojarme.

No iría al baño porque seguramente estaría agrupado por las chicas que se sientan delante de mí, las escuché decir algo al respecto.

Por lo que caminé hacia el único lugar solitario a esta hora, el cuarto del conserje.

Los alumnos no tenían permitido ingresar, no obstante, eran tan pocas las veces que se podía visualizar alguna figura autoritaria por aquí, así que no me preocupo.

Entré recibiendo el olor a humedad y detergente, y por más raro que suene, eso logró calmarme en cuanto comencé a respirar forzadamente y mis manos temblar.

Solía tener muchos ataques de ansiedad después de que mamá muriera, tantos como para visitar un psicólogo. Me traté por varios meses y solo cuando ella decidió que estaba mejor, no volví.

No obstante, yo nunca sentí que estaba mejor. Tal vez empecé a manejarlos un poco, pero seguía sintiéndome perdida.

Sin ningún tipo de propósito en mi vida por lo que me mantenía viva.

Cierro los ojos, recordando sus palabras y el ejercicio de respiración que me enseñó.

Solo sé que duré el tiempo suficiente como para que la lluvia acabara.

🏐🏐🏐

Al salir las calles estaban húmedas y solitarias, la mitad de los alumnos se habían ido y los pocos que quedaban esperaban a alguien para que los busque. Me aferro a mi mochila comenzando a caminar en dirección a mi casa, mordisqueaba mi labio inferior del cual no quedaba nada del brillo labial.

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