|Capítulo dieciocho|

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Creo que estaba en una burbuja, temiendo que si me movía terminé explotando junto con ella. Pero a la vez temía perder la sensación de estar flotando en medio del mar, la calma que abarca ese acto mientras era drogada con el olor de un perfume que últimamente se volvía familiar.

Llevaba más de diez minutos fingiendo dormir solo para que siguiera jugando con mi cabello, ha sido una semana de locura y he estado más estresada que nunca luego de que la bomba de que salimos explotara. Algunas personas no se la tomaron bien, me tacharon de zorra roba novios al segundo cuando hicieron la conexión de que era amiga de Raisy y ahora novia de quien era su novio.

Es algo jodido que no ha dejado mi cabeza, a pesar de lo mierda que había sido en un pasado Raisy Rundell, yo como persona no le haría algo así.

Pestañeo, sintiendo sus dedos en mi cuero cabelludo y luego en mi nuca hasta llegar a mi espalda. Gracias a la camiseta holgada que solía usar, sus dedos acarician mi piel debajo de esta directamente. Su corazón palpita en mi oído derecho de manera acelerada mientras nos arropa el silencio.

—¿Quieres hablar?

Niego, no lo había hecho cuando llegó al departamento y no lo haré ahora. Temía que si le dijera algo quiera terminar con todo, y llámenme egoísta, pero no quería que lo único bonito que estaba sintiendo y ocurriendo en mi vida se acabara por lo que dicen las personas.

Muerdo mi labio inferior, pestañeo varias veces esperando que las lágrimas en mis ojos se sigan reteniendo un poco más. Solo un rato hasta que él decida irse.

Trago en seco, sus caricias se detienen y de pronto tengo sus manos en mis caderas impulsándome a sentarme mejor. Mi rostro queda pegado al suyo, mi respiración se corta ante el hecho.

Downey frunce las cejas observándome con atención, hace una mueca con los labios.

—Estás llorando.

—No lo estoy, no hay lágrimas en mis mejillas.

—Pero sí en tus ojos —no rebato ante eso, dirijo la mirada a otro lugar provocando un gruñido de su parte—. Hey, ojos en mí —toma mi barbilla entres sus dedos con delicadeza, inhalo—, si no me dices qué pasa no puedo ayudarte.

—No quiero que lo sepas —digo con facilidad, sus cejas se fruncen y noto un deje de dolor en sus ojos—. Si te digo... te irás.

Niega, esta vez llevando sus manos a mis caderas para acomodarme en su regazo como una niña. Relamo mis labios pasando mis brazos por su cuello para luego esconder mi rostro en este, lo siento exhalar largamente mientras reparte caricias en la piel de mis caderas.

A pesar de cómo me encontraba, la corriente de su toque era algo que no podía ignorar por más que quisiera. Así cómo no podía ignorar que estaba sentada en su regazo con solo una camiseta y bragas puestas, estaba segura que no pasaría nada si yo no quería. Pero, joder, Downey es lo que yo quiero justo ahora.

Y por más lindo y caballeroso que sea, eso no le quita lo sexy y caliente y lo hormonal que me pone.

—No me iré, Jade.

—No te creo —salió un sollozo que me dejó en evidencia—. Todos lo hacen, todos me dejan. Eventualmente, tú también lo harás.

Lloré al comprender que no quería que eso pasara y lo que significaba eso también, si temía que Downey se fuera significa que mis sentimientos escalaban más alto cada segundo.

Me aferré a su cuello cuando sentí su intención de alejarme de su pecho para verme, negué robándole otro suspiro pero no dijo ni hizo nada. Me dejó ahí llorar hasta que mis ojos no dejaron salir más lágrimas.

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