|Capítulo veintiuno|

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Jade.

Un 5. Tenía un cinco en el examen al que había intentado estudiar pero al momento de hacerlo, mi mente se había perdido entre las letras.

—Me sorprende de ti, Jade. Eres una de las chicas más aplicadas en mi clase.

Asiento, mordisqueando mi labio sin dejar de mirar las líneas rojas que formaban ese enorme cinco en la esquina.

—Ha sido una larga semana.

—Apenas es miércoles —sonrío apenada.

—¿Entonces larga vida?

Niega con la cabeza, para luego señalar la puerta. Una clara indirecta de que dejara el salón, suspiro colocando el examen en su lugar para luego retirarme lentamente. No lucharé por una mejor calificación porque no la merezco, me olvidé de priorizar lo que es importante y dejé mis emociones ganarme en lugar de trabajar en lo que en un futuro sí me ayudará.

—Hey, Jade.

Me tenso, aprieto los labios sin poder evitar sentirme incómoda ante la voz de Matilda detrás de mí llamando. Esperaba que siguieran demasiadas ocupadas en los ensayos para no notarme, el equipo de voleibol ya no tenía que practicar más debido a que el entrenador se encontraba más enfocado en el equipo de fútbol.

Escuché que algún representante de la NFL puede aparecer por aquí en el juego que tendremos contra el equipo contrario, sería una gran oportunidad para los chicos si consiguen llamar la atención de uno de ellos.

—Hola.

Debió notar mi humor de perro o mi saludo bastante cortante la hizo retroceder de hablar.

—Yo... ¿crees que podamos hablar luego de que se acaben las clases?

Alzo una ceja.

—¿Respecto a qué?

—Solo hablar, Jade. Por favor —achino los ojos—. No es nada malo, lo juro.

—Bien. Te veo luego.

Asintió y luego me dio la espalda, mis ojos se fijaron en Dakota que había tirado la mirada hacia nosotras en el instante que nos notó. Su mejilla se encontraba mejor.

Sonrío a su dirección logrando hacerla enojar, bufa para luego irse pisoteando rabiosamente. Por alguna razón que desconozco, no me había acusado a la dirección.

Raro.

🏐🏐🏐

—¿En serio hiciste eso de niño?

Downey asiente sin dejar de sonreír mientras me observa, tiene su cabeza encima de mis piernas mientras me cuenta la historia de cómo se llevó a casa un gato callejero y tuvo que devolverlo porque su padre es alérgico al pelo de éste.

Suelto una risilla de tan solo imaginarme un pequeño niño de cabello negro y ojos dorados llevando un gusto consigo a casa.

—Yo estaba obsesionado con tener uno.

Sonrío.

—Debiste de mirarte tierno cargando un gato, puedo incluso imaginarte con los ojos suplicantes mirando a tu padre.

—Papá estuvo estornudando por días —comenta.

—Pobre.

Muerdo mi labio inferior sin dejar de pasar mis dedos entre sus gruesas hebras de cabello negro. Había descubierto que a Downey le gustaba que estuviera jugando con su cabello de esa manera, por lo que cada vez que podía lo hacía. No es como si me molestara, mis dedos terminaba oliendo a acondicionador Pantene y me distrae de manera gratis.

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