|Capítulo doce|

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Cierro el casillero, hoy oficialmente es el partido de voleibol y no podía estar más nerviosa. En mi mochila llevaba la ropa lista junto con un cambio de esta para cuando todo acabe.

Al faltar tres días, las cosas estaban jodidamente feas. El entrenador me había gritado más veces de lo que podía decir en la pequeña práctica que tuvimos en el receso. Algunas de las chicas estaban realmente molestas.

Muerdo mi labio inferior, suspirando. Mi estómago rugía pidiendo algo de comer ya que me había saltado el desayuno y con la práctica improvisada ni siquiera pensé en comer algo.

Por lo que, a sabiendas de que mi próximo maestro duraba al menos diez minutos para llegar a clases, me adentré a la cafetería. Habían pocas personas, por lo que podía comprar algo rápido. 

Tomé un jugo de naranja y un brownie que parecía comestible. Palmeo mis bolsillos, buscando el dinero en ellos. Cuando lo encuentro, un billete ya se encuentra siendo extendido hacia la mujer quién lo toma sin más y devuelve.

Conocía las venas de ese brazo al igual que las pequeñas líneas que mis uñas habían hecho cuando estuvimos en la ducha ese día, tal vez me había excedido como para que todavía estuvieran las marcas rojizas en su brazo.

Trago saliva, debatiéndome en si mirarlo o no.

Luego de ese abrazo tan... repentino. Ninguno hizo algo más que mirarse, entonces él se despidió con un seco adiós y se fue.

Yo tuve que sentarme a analizar lo que acababa de pasar y llegué a la conclusión de que no sabía nada en realidad. Solo sucedió. Un impulso que nos puso en este estado.

Un estado que ni siquiera sabía cuál era.

—Yo pago.

Me obligo a mirarlo, alzo una ceja, sus ojeras habían disminuido un poco y el cansancio en sus ojos no era mucho.

—Ya te dije que puedo pagar mis cosas sola —bufa.

Hago ademán de alejarme cuando se acerca, pero posa su mano en mi cadera y me obliga a permanecer ahí. Una corriente que casi me obliga a removerme en mi lugar se extiende por todo mi cuerpo, ardiendo un poco más en mi cadera.

—Tenemos algunos ojos en nosotros, nena —ignoré el sobresalto de mi corazón con el apodo.

—¿Y? —gruño en mi asombro, él me imita—. No tenemos que fingir amarnos. Tú y Raisy nunca andaban de arriba para abajo juntos.

Ante el nombre de la pelirroja, no hizo más que hacer una mueca. Planto aquellos ojos dorados en mi rostro, dejándome sin aliento. 

Aún seguía sin creer que esos ojos son reales, eran tan hermoso.

—Joder, Matthews. No quiero pelear contigo, ¿de acuerdo? Ahora camina conmigo, Winslet no deja de mirarnos como el gato de Alicia.

No giré mi cabeza hacia su mesa para no parecer tan obvia de que hablamos de él, pero podía sentir algunas miradas en mi espalda, comienzo a caminar a su lado de mala gana. La cosa empeora cuando toma mi bandeja con una mano y con la otra se aferra a mi cintura. Un agarre fuerte y decidido. 

¿Qué demonios es este cosquilleo en mi piel?

—¿Nerviosa, Matthews?

—¿Por ti? Nunca —miento.

Joder, estaba más que nerviosa. Podría derretirme aquí mismo si él seguía tocándome sin más.

¿Y el "no muestras de cariño sin necesidad" dónde quedó?

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