A nadie le gusta el viaje en metro, y podría incluirme en eso también. Demasiadas personas juntas al igual que demasiados olores.
Pero no todo era malo, Downey se las había ingeniado para traer con él una canasta de picnic con comida dentro.
Un picnic.
Jamás había experimentado algo así con alguien, por supuesto que quería algo de esa forma desde que ví algunas películas con esa acción.
Si alguien más notara cómo lo miraba, se darían cuenta de lo locamente enamorada que el chico frente a mí me tiene. Sin embargo, nadie lo notaba, ni siquiera él.
—No sabía que eras un chico de picnic —bromeo dejando de lado las uvas moradas.
Downey sonríe mientras sus ojos siguen fijos en Bea, quien desde que notó las palomas alrededor quiso jugar con ellas.
—Solo soy un chico, Matthews.
—Uno de picnics al parecer —suelto una risilla ante su bufido—. Es lindo.
—Gracias.
Habrías pensado que no le importaba en absoluto lo que digo, pero en el instante que sus mejillas se colorean de rojo sabes que sí. Muerdo mi labio inferior, colocando mi vista en Bea para evitar hacerle sentir incómodo por mirarlo tanto.
Disimula, Jade.
Es que no podía, desde el minuto que lo encontré en la puerta de mi casa con Bea y la canasta en manos, no aparté la mirada. Tal vez sea por la bonita camisa blanca acompañada con el abrigo de lana sin mangas color azul y detalles blancos. Sus jeans gruesos y negros en las vans del mismo color.
Sí, Downey tenía un estilo tan precioso y elegante como él.
—Cuéntame de ti.
—¿Qué quieres saber? —giro a su encuentro.
Sus ojos finalmente dan con los míos, los cuales noté tan brillosos y resplandecientes.
—Todo lo que puedas y tengas confianza de decirme.
El problema es que quería contarle todo de mí. Cada pequeña cosa que nadie nunca ha sabido.
—Me gustan tus ojos —confieso, logrando otro sonrojo—. Y también cuando te sonrojas.
Si creía que no podían ser más rojas, me equivoqué. Las orejas y nariz de Downey acapararon toda la atención al momento de seguir el ejemplo de sus mejillas. Todo su rostro parecía una manzana roja. No podía creer que Downey May fuese tan susceptible a los cumplidos.
Tierno.
—Ya para.
—Claro –carcajeo.
Mis ojos van a Bea donde se encuentra jugando con otros niños, suelto una risilla al verla correr detrás de una niña mientras su vestido azul bebé que hace juego con el suéter de Downey vuela gracias al viento, acompañando su cabello ondulado y suelto. Su risa angelical podía escucharse desde aquí.
—¿Qué hay de tu temor a los autos? Todavía tengo tu rostro grabado en mi mente cuando te dije de ir a mi casa en auto.
Trago en seco, no era el tema que esperaba, pero supongo que algo dentro de mí sabía que debía explicarle más tarde que nunca. Después de todo, Downey no es el tipo de chico al que se le pierde algo.
Era demasiado observador como para darse cuenta de los detalles.
—Tenía trece años —decido hablar, pero sin poder fijar mi mirada en él—. Era de noche, mamá y yo íbamos en su carro escuchando canciones de mi banda favorita. Debí suponer que las cosas no iban bien en el segundo que me percaté de sus ojos llorosos por el retrovisor.
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Sense Off |Español|
Short StoryDowney había estado enamorado de Raisy Rundell desde hace tiempo, así que cuando tuvo la oportunidad le pidió ser su novia. Lo que no esperaba es que esa relación durara tan poco, él tenías planes en donde ella era la protagonista y de repente no ha...