|Capítulo diez|

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Jade Matthews.

Mis llaves.

No encontraba mis putas llaves desde el sábado. He hecho de mi apartamento un desastre buscando el llavero y no lo encontraba.

No tengo idea de dónde puede estar.

Dios, estos días están siendo una locura.

Mi hermano había llamado de nuevo y como si fuera poco, se atrevió a testearme. El muy idiota quiere verme.

Carcajeo en mis adentros.

No podía ser más bizarra está situación.

—Bien hecho, Jade —alzo la mirada, estaba enfrascada en mis pensamientos—. El trabajo está excelente y estás muy bien en las prácticas de voleibol. La próxima semana tendremos un partido por el día de recreación, será el viernes, ¿estás libre, cierto?

Asiento, sin saber. Que recuerde, no tengo nada que hacer los viernes.

A excepción de ir a las prácticas de Downey.

Pestañeo.

—Mmm, profesor, ¿qué hay de las prácticas del equipo de fútbol? ¿Estará en ambos lugares ese día?

Niega divertido.

—Les daré el día libre. Se han estado esforzando porque también se acerca el partido contra los Furious Dogs —asiento de acuerdo.

Ese equipo es con el que más riña tienen, tal vez sea porque ambos son igual de buenos y competitivos. No sería la primera vez que tienen un puto problema luego del partido.

Ambos han perdido y ganado millones de veces, pero siendo este el último año, estoy segura que vendrán con ganas de acabar con todo.

—De acuerdo, entonces.

Me despido del profesor, me alegraba que todo esté saliendo bien, al menos en esa parte de mi vida.

Mientras camino la mayoría de los chicos están afuera ya que había tomado el receso para ir a ver a Rundell, cómo no lo encontré el viernes.

Me detengo en eso, sin previo aviso mi mente me trae a la vida el recuerdo de Downey diciendo aquello. La manera tan real en la que se escuchaba mientras lo gritaba sin importarle quién escuche.

Podía aceptar que le desagradaba a ese nivel, no tenía problema, era algo mutuo.

Pero al menos yo no ventilaba toda su mierda como él. 

Sus defectos, en este caso.

Era el imbécil más grande en el mundo.

—¡Jade! —giro ante el grito.

Sonrío en cuanto Matilda llega hasta mí y me abraza como si hubiera durado todo un año sin verme, rio divertida devolviéndole el abrazo. La chica era un encanto andante, la persona más dulce que alguna vez he conocido.

—Hey —contesto.

—Chica, ¿hacia dónde vas?

Alzo los hombros.

—Planeaba comprar algo, no he comido nada –contesto.

Ella chilla emocionada, y sin más me arrastra con ella hacia la cafetería. Me dejo guiar porque, me guste o no, no tenía otra opción. Al entrar al pequeño espacio se puede encontrar cada grupo en una silla, cómo yo no pertenecía a ninguno, simplemente dejé que la chica delante de mí decidiera.

Compré algo simple, y mientras esperaba para pagar, sentí un característico olor detrás de mí. Mi bandeja comenzó a temblar ante la idea de que sea él.

Sense Off |Español|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora