|Capítulo diecisiete|

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Jade.

Fue increíble. Era un subidón de emociones.

Podías estar a punto de desfallecer y luego tan calmada que da miedo, sientes calor, mucha calor. Y duele, duele mucho cuando necesitas el tacto de la otra persona. Es como tener hambre y sed al mismo tiempo y no saber cuál de las dos complacer primero, y cuándo lo haces, vuelves a querer sentir esa necesidad.

Llevaba cerca de diez minutos despierta, pensando en sus manos recorriendo todo mi cuerpo, los pequeños jadeos grabados en mi memoria y sus palabras. Creía que Downey May estaba metido en mi piel, sin embargo, lo que pasó anoche solo me confirmó lo muy jodida que estoy.

Me gusta, el mismo chico que creía dejar ahogarse si pudiera, el mismo chico que no soportaba ni siquiera ver, el mismo chico que me tiene soñando despierta me gusta como nunca me ha gustado nadie.

Dios, ¿eso a qué nos lleva? ¿En qué punto estamos? ¿Podía seguir con esto mientras experimento y siento cosas por él?

Ya era tarde para arrepentimientos y la verdad es que no me arrepentía de nada. Mierda, la verdad es que quería que pasara de nuevo. Cada cosa. Cada toque y caricia. Cada palabra y cada beso en mi piel.

Trago en seco, obligándome a sentarme en la orilla de la cama.

Él no se había llevado mi virginidad, sentía que algo lo detenía, sin embargo, no quería que lleguemos a eso todavía. Necesitaba prepararme, por ahora me gusta el juego que tenemos entre nosotros. Solo toqueteos que no me dejen con preocupaciones de si me baja o no.

El cual esperaba que siga así.

Me animo a tomar una toalla y caminar hacia mi baño, al entrar el espejo está empañado. Señal de que la ducha ha sido usada, no puedo evitar hacer una mueca ante su huida. Creía que se quedaría, pero tampoco tuve la esperanza de despertar con él a mi lado como si fuéramos... algo. He leído muchos libros donde el protagonista deja a la chica tirada luego de llevarla a la cama, así que estaba preparada mentalmente para su huida.

Pese a eso, me sabía a desilusión en la lengua. Como si esperaba algo que muy en el fondo sé que no sucedería.

Como si esperara que se quedara.

Suspiro, mis ojos recorren mi cuerpo con curiosidad, descubriendo ciertas marcas que no estaban ahí antes. Como los chupones en mis tetas y cuello, al igual que sus dedos marcados en mis nalgas y caderas. Quedé con la cara de póker, analizando cada trazo.

¿Qué mierda?

—Joder, May —gruño.

Lo mataré, se salva porque es sábado así que no saldré de casa para nada. Pero, si en dado caso tuviera que salir, ¿cómo demonios cubría eso? El poco maquillaje que dispongo no sirve de nada para las marcas en mi cuello.

Enojada, me ducho y me cepillo los dientes y el cabello. Cuando vuelvo a mi habitación, no hago más que fruncir las cejas al encontrar una rosa al lado de mi lugar en la cama.

Eso no estaba ahí cuando me fui, relamo los labios aún embelesada ante el detalle en mis sábanas blancas. Me aferro a mi toalla para luego tomar la rosa sin espinas entre mis dedos, acaricio los pétalos. Pestañeo alternando la mirada entre la rosa y mi cama.

Busco por doquier algo que me diga que alguien estaba aquí, empero, no encuentro nada. Confundida, coloco mis ojos en la cama dándome cuenta de la nota en la almohada de al lado.

Aplasto mis labios, cuestionándome si realmente no vi esto mientras estaba reflexionando hace unos minutos. Suspiro, para luego tomar la nota con los dedos temblando.

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