|Capítulo diecinueve|

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Siempre he sido la chica tranquila.

La callada, la que nadie toma en cuenta ni siquiera para pedir un lápiz. He pasado mi vida completa siendo la invisible en un grupo de personas, la única vez que pude ser notada por alguien fue con Raisy Rundell.

En ese momento me sentí la chica más afortunada porque ella había decidido ser mi amiga.

¿A qué costo?

Entonces, todo cambió pero yo seguía siendo invisible. Y de un momento a otro tenía los ojos de ciertas personas en mí cuando nunca los había tenido.

Pestañeé buscando una manera de ignorar la sensación, porque incluso con mis audífonos puestos eso no haría nada para evitar oír los murmullos. Seguían siendo claros y lo suficientemente fuertes.

—Perra.

Susurraron en mi oído en cuanto esa persona empujó su hombro contra mi espalda al pasar, mordí tan fuerte mis labios que los sentí sangrar.

Esto está pasando, realmente estaba siendo atacada por algo que ni siquiera había pedido.

Mis libros cayeron de mis manos por culpa de la persona que decidió tirarlos al suelo con un manotazo.

Relamo mis labios, inhalando.

Recuerda que las palabras que otras personas dicen de ti no son lo que tú eres.

Podía escuchar a mi ex-psicóloga claro y fuerte, y solo por la suavidad de su voz mis puños se deshicieron.

La verdadera razón por la que había comenzado a practicar boxeo, –por así decirlo ya que solo golpeaba un saco como forma de dejarme ir–, fue porque en el momento que mamá murió había generado una clase de rabia hacia todos que me llevó a golpear algunos compañeros en mi antigua escuela.

Sentía satisfacción luego de hacerlo, pero en el fondo no lograba nunca un cambio. Volvía a casa y no sonaba ninguna de mis canciones favoritas ni tampoco olía a comida recién hecha.

Todo seguía igual de lúgubre y apagado.

—¿Ahora te dedicas a robar los novios a tus amigas, Jade? Cuidado chicas, el nuevo hobby de está es meterse en las relaciones ajenas y no ser una nerd.

Cerré el casillero en cuanto las risas de sus compañeras la secundo ante su estúpida broma que para nada era graciosa, sonrío ante el rostro de la persona que creía intimidarme solo por estar rodeada de sus seguidoras.

Era parte del equipo de las animadoras, eso lo sé por el ridículo listón en su cabello del mismo color del uniforme de animadora el cual solo los que formaban parte del equipo pueden usar.

La detallé en silencio, desde su mirada maliciosa y sus supuestas amigas. Las cuales señalo con la cabeza al hablar.

—¿Quieres decir eso cuando no estés rodeada de tu séquito de estúpidas o te da miedo?

—No le tengo miedo a una como las de tus clases.

—Oh, entonces ya estamos hablando de ti —sonrío, y mi sonrisa se agranda al darme cuenta de quién está en su grupo—. ¿Sabías que se acuesta con tu novio?

No era una buena manera de jugar, lo sé. Meter a alguien que no tiene nada que ver en esta guerra no está bien, no obstante, en la guerra y el amor todo se vale.

—¿Qué?

Sus ojos no dejan de alternarse entre Dakota y yo. Los ojos de Dakota, en cambio, parecían más vibrantes que antes mientras su rostro pierde el color. Finjo confusión.

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