|Capítulo cinco|

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El lunes llegó en un pestañear.

No tenía ninguna información del curso de voleibol, no obstante, sí tenía trabajos de Rundell asignados.

A pesar de que sentí el día irse demasiado lento, ya estaba en las gradas sentada con poco ánimo y hambrienta.

Downey tenía práctica lunes y viernes, por lo que me encontraba aquí viéndolo sudar y moverse de un lado a otro dando indicaciones de qué hacer a los demás.

No sé cuánto tiempo dura, solo sé que cuando el silbato y grito del profesor Rundell diciendo "es suficiente por hoy" ya había dormido al menos tres veces.

Ayer había tenido dificultades para dormir, ciertamente los pensamientos intrusivos solían aparecer a la hora en la que se supone mi cerebro debe descansar.

Hice diferentes cosas para intentar callarlos, dibujar, escuchar música, escribir en mi diario... y ninguno llevó al éxito.

Por lo que solo tenía tres horas de sueño en mi sistema, pronto terminaría cayendo cerca de una cera si no llego a casa rápido.

Espero que ese engendro aprecie lo que hago.

Bufo, tallando mis ojos y soltando un bostezo al mismo tiempo. Saco mi celular de la mochila para escribir un mensaje en específico mientras camino a la salida.

Un simple check en el mensaje que me había mandado junto con el horario de sus prácticas, suelto un bostezo más guardando el celular en mis bolsillos ocultos por el enorme abrigo que llevaba encima.

Esa era otra cosa, estaba demasiada acalorada y el abrigo me asfixia. Mierda, necesitaba ir a casa.

Me desespero y comienzo a caminar más rápido, no obstante, siento mis pantalones vibrar cortamente en señal de un mensaje.

¿Dónde carajo estabas?

Bufo, ¿este es idiota o se hace?

Escribo la respuesta secamente, queriendo volver a guardar el celular. Los pasillos están desolados, el señor Rundell había decidido impartir las prácticas a la última hora para conveniencia de los chicos ya que tenían más materias.

Por lo que tuve que salir de mi clase para ir a ver al orangután.

Hago una mueca ante el mensaje, debe de estar bromeando.

Ven aquí, ahora.

—¿Este verdaderamente cree que soy su sirvienta? —gruño, guardo el celular en mis pantalones sin contestar—. Que te jodan.

Llegué a la salida, y mientras caminaba a casa podía sentir mi celular vibrar desesperado. No le dediqué ni un segundo de mi tiempo.

Al llegar a casa me despojo de toda la ropa y dejo la mochila en mi pequeña mesa, cierro con seguro la puerta y me decido por dar un baño luego de esperar veinte minutos de refrescarme.

Al hacerlo, encendí el aire y me acosté sin importarme la idea de que no hice los deberes enseguida que llegué y no planeaba entrenar un poco como suelo hacerlo.

Solamente tenía cabeza para dormir, cada vez que pestañeaba me costaba abrirlos de nuevo por tan fuerte que el cansancio es.

Bostezo, abrazando mi almohada, agradeciendo que esta vez mi mente sí pudiera mantenerse callada.

🏐🏐🏐

Abrí los ojos asustada ante el incesante ruido de un golpe brusco en algún lugar de la casa, por un segundo mi cabeza solo grita la palabra "ladrón."

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