|Capítulo trece|

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No tengo muchos amigos, en realidad, no tenía ninguno. Y la única persona que comenzaba a creer que podría tomar como amiga era Matilda, el rumbo de las cosas decidió que no sería así.

No me acercaré a ellas hasta sentir que no haré daño a alguien con mis palabras, por primera vez en mi vida, el hecho de que cuando me enojaba o algo me molesta recorría a alejarme, serviría mucho.

Regresando al principio, esa es la razón por la que solamente estaba en donde será mi próxima clase comiendo oreos tranquilamente mientras leía uno de los capítulos del libro de dark romance que había descargado. No me había adentrado nunca a ese tipo de género literario y ahora ni siquiera podía dejar de buscar los libros con esa categoría.

¿Qué carajo? Los protagonistas masculinos son malvados y con una moral que no es confiable, y yo seguía suspirando cada vez que hacían algo mínimamente bueno por la protagonista.

Agradezco que solo desearía algo así en libros porque en la vida real, correría a otro estado sin dudarlo.

Mastico lentamente, concentrada en las letras en mi pantalla y adentrándome a una imagen mental que no era demasiado sana. Sentí mis mejillas enrojecer y mi entrepierna humedad ante la descripción de los hechos en el libro.

Trago en seco, sin dejar de leer e imaginar cada maldita línea con suficiente claridad que dolía.

En un segundo, tuve que pestañear y apagar la pantalla con las piernas cruzadas con fuerza entre ellas. Trago saliva tomando leves respiraciones, las cosas en el libro se habían encendido y estaban pasando factura.

—Jade —alzo la mirada, asombrada.

—Downey —gemí en asombro, carraspeo—. ¿Qué quieres?

Miro a los lados, aún sabiendo que soy la única aquí. Aprieto mis labios, removiéndome en mi lugar bajo su atenta mirada. Sus pasos son lentos pero confiados, es cuando está delante de mí que su olor se esparce por todo el aire. Suspiro, colocando mis ojos en su rostro.

Aún seguí rememorando lo que pasó hace dos día en esa calle, podía sentir su aliento en mis labios golpeando fuertemente en mis entrañas y su voz ronca y sugerente susurrar en mi oído.

—Buscándote.

—¿Cómo sabes que estaba aquí? —inquiero, pestañeando.

Alzó los hombros, con sus manos apoyadas en mi mesa y su cuerpo inclinado hacia delante. Sus cabellos cubren su frente, me pregunto si piensa cortarlo en algún momento. Relamo mis labios, inquieta por su cercanía.

Sus ojos recorren mi rostro en silencio, perdiéndose por demasiado segundos en mis labios. Sentí vértigo en cuanto lo noté, creía que una simple mirada no podía ser suficiente para desorientar todo mis pensamientos pero me retracto.

Downey solo tenía que mirarme los labios para volverme una completa tonta.

—Me aprendí tu horario.

—O me acosas —señalo bajo.

La diversión se agranda en sus ojos, y sus labios se ensanchan en una sonrisa entretenida y real. Estoy segura de escuchar mi propio suspiro desde una segunda perspectiva, como en tercera persona, cuando eso pasó. Quedé incluso más perdida.

Maldita sea, Downey May podría lucir sexy enojado pero cuando sonreía podría rehacerse tu vida. Nunca había visto una sonrisa tan bonita como esa.

—Mi chica tiene sentido del humor —bromea.

Coloco mis ojos en los suyos, aclarando mi mente. Pero no funcionó, al contrario, terminó haciendo que mis labios se abrieran sin dejarme pensar bien las palabras para decir.

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