|Capítulo dieciséis|

156 15 0
                                    

+18


Downey May.

No sé cuál de los dos estaba nervioso, pero de igual forma esto no funcionará si ambos temblamos de los nervios.

Inhalo disimuladamente.

—Downey —la miro—. Es mi primera vez.

Cristo.

—Tranquila, no llegaremos hasta ese punto.

Sus cejas se fruncieron, de la misma forma en cómo lo hizo al decirle que los besos no estaban en esto, parecía debatirse internamente con algo. Al igual que lucía decepcionada de la noticia.

—¿Entonces no tendré un orgasmo? —al finalizar, sus mejillas se enrojecieron.

Sonrío acercando mi rostro al suyo, mis manos todavía aferradas a su cintura, mis labios se posan en su piel y dejo varios besos en sus mejillas hasta hacer un camino por su cuello para llegar a su oído. Sentí su pulso acelerarse, el cambio de su respiración en mi oído.

Sentirla, todo se reducía a eso.

—Prometo darte todos los orgasmos que quieras.

Gimió en mi oído, el bulto en mi entrepierna antes ya despierto se estremeció por el sonido. Era dulce y suave, tan jodidamente adictivo como ella. Muerdo mi labio inferior, besando su cuello descubierto, saboreando la dulzura de su piel y el olor que posee. Necesitaba que se calmara para que lo disfrutara.

Anhelo que lo disfrute.

En cuanto siento su respiración acelerada con mis besos, deslizo mis manos a la esquina de su ramera y la despojo de estás con cuidado, esperando que algo en su anatomía me diga que quiere detenerse para simplemente dejar las cosas hasta ahí.

Podíamos luego bailar si ella quería, tenía el tipo de música que escucha en mi celular, solo debía volver a la sala y buscarlo. Pese a que no me gustaría que nos detuviéramos justo ahora porque, mierda, lo anhelaba, haría cualquier cosa con tal de que siguiera tan calmada en mis brazos.

En cuanto la tela de esa camiseta estuvo fuera de su cuerpo, mis ojos se deslizaron desde su cuello hasta esos hilos que se consideraban bragas. Casi me ahogo con mi propia saliva al caer ante el hecho de que estuvo todo este tiempo tan descubierta y no lo sabía.

Unas líneas finas de color negro se hallaban depositadas en la carne de sus caderas de manera delicada, una tela de encaje cubriendo aquello que tanto resguardaba con afán. Estoy seguro que si se giraba, su lindo trasero quedaría completamente al descubierto.

Mi respiración se atora al volver a mirarla a los ojos, negros, tan jodidamente negros como sus bragas. Relamo mi labio inferior, sintiendo mi pene doler de solo verla.

—¿No te gustan? —frunzo las cejas—. Mis tetas. ¿Ahora que las ves ya no te gustan?

Ellas eran la principal razón por las que comencé a enloquecer.

—Me gustan, Jade. Cada centímetro de ti.

Estaba demasiado preocupada en saber si me gustaba desnuda que no notaba que ni siquiera miraba su desnudez, mis ojos seguían fijos en ese bonito rostro inocente. Imposible creer que está preciosa chica delante de mí sea la misma Jade Matthews que me insultaba.

Con su cabello recogido y un par de mechones sueltos, sus preciosos pezones cafés respingados pidiendo atención y sus ojos brillosos de curiosidad y deseo. Era una imagen preciosa que quiero rememorar para siempre.

Suspiro, dejo un beso en su mejilla antes de levantarme. Sus ojos siguen cada movimiento con ansia.

—Downey...

Sense Off |Español|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora