|Capítulo veinticinco|

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Jade.

Agradecí que mi horario de clases no fuese un problema para verlo entrenar.

Hice una mueca ante la tacleada que acaba de recibir por parte de Winslet, eso de que mis golpes le dolían más que una tacleada parecía ser una mentira por como pude ver el golpe, se supone que trabajan en el mismo equipo pero hace rato el entrenador había elegido hacer dos grupos para fingir que el otro es el equipo contrario.

Me gustan los deportes desde que tengo memoria, difícilmente no había estado en algún equipo de éstos, las cosas solo cambiaron cuando mamá se fue. Desde ahí ningún deporte era entretenido de hacer, así que eso fue algo que poco a poco perdí. No había hecho alguno desde su muerte, le había contado esto a mi psicóloga también y me dijo de retomarlo, empero, no pude. Solo me mantenía haciendo ejercicio o algo por el estilo, como correr y el intento de boxeo casero que hacía en casa. Pero no era algo que estuviera haciendo todo el tiempo, correr solo lo hacía por las noches y ya ni siquiera lo sigo haciendo.

Y el boxeo lo hago de vez en cuando, fue con el voleibol que comencé nuevamente y solo fue para no repetir esa materia en verano. No he vuelto a jugar nuevamente.

Mis ojos no pierden de vista su cuerpo, la manera en la que sus piernas se mueven con rapidez mientras sostiene el balón con sus manos como si dependiera su vida del pequeño objeto. Downey era increíble en fútbol americano, no tenías que saber mucho del deporte para saber que le gustaba, bastaba con solo verlo correr hacia la zona de anotación, o simplemente la sonrisa en su rostro al momento de anotar algunos puntos.

Él es increíble, ni siquiera puedo buscar la razón correcta por la que había pensado que Downey May es un idiota egocéntrico que solo piensa en sí mismo cuando me ha mostrado mucho más de lo contrario.

Downey es atento, adorable, comprensible; leal y un buen chico. Dios, ni siquiera puedo encontrar un gran defecto en él que me haga alejarme espantada como si fuera una red flag andante. Tal vez sea porque él es todo un bosque verde, como había estado leyendo en las redes sociales.

Estaba emocionada por muchas razones, una de ella por la sorpresa de él queriendo que superara el miedo de subirme a un auto. Me había asombrado ese mensaje suyo pidiéndome que bajara cuando no había asistido a clases, me preocupé pero luego de explicarme que Bea había estado un poco enferma y prefirió quedarse a ayudarle a su padre con ella, pude comprender.

Además, quiero a esa niña como si fuera mi hermanita. Es adorable, aunque a veces no me gusta la manera en la que sus ojitos brillan con tristeza. Quería que fuera sábado ya, teníamos un plan de ver películas entre ambas. Pese a que es una posibilidad que Downey también esté.

La otra razón es que se acercaba el día de recreación, y es seguro que tendremos unos días en una acampada escolar como celebración. Siempre hacen algo diferente todos los años, supongo que este año ganó la acampada.

Me acerco al campo alejándome de las gradas, puedo escuchar el bullicio de los chicos al acercarme mientras el entrenador le cuenta algo. Parecían emocionados y felices a pesar de sus rostros cansados y cuerpos sudorosos, para cuando llego; el entrenador los despide pidiendo que descansen bien estos días.

Downey me encuentra en su misión de buscarme, confirmando que sabía que estaba aquí pese de no haberle dicho que iría a verlo entrenar. Carcajeo abriendo mis brazos en cuanto él hace lo mismo y trota hacia mí con su casco en una de sus manos.

Sus manos en mis caderas y espalda baja, me alza hasta hacer que mis piernas ni siquiera toquen el suelo, cosa que me alegra porque me permite abrazarlo de una manera más cómoda.

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