13. No le digas a nadie

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13. No le digas a nadie

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Cinco Hargreeves.

Tenía el codo derecho recargado en el posabrazos de la silla y mi sien en el puño. Odiaba tener que escuchar una vez cada tres meses la misma junta de nuestro rendimiento trimestral. Lila escuchaba todo con atención y hacía algunas anotaciones.

—¿Por qué siempre debo estar aquí? —le murmuré, ella ni me miró—. Si de todas formas estas aquí, no me necesitas a mi. Confío en tus habilidades.

—Curioso qué hace un tiempo no habrías pensado lo mismo —murmuró divertida.

—Querías matarme.

—¿Y quien dijo que ya no quiero eso? —me miró con burla y segundos después se puso seria viendo a la junta—. Lamento interrumpir —el grupo de ejecutivos nos miró—, el señor Hargreeves está indispuesto y se retirará.

—Si, una disculpa —me puse de pie—. La señora Pitts está al cargo.

Salí de la sala de juntas aflojando mi corbata, cuando ya no estaba a la vista de nadie, me teletransporte hasta el auto. Conduje hasta la Academia, a esta hora del día, para mi suerte, no había mucho tráfico y podía llegar rápido.

La última semana me he sentido algo abrumado, quizá era el regreso repentino de mi relación con TN, mi duda por no saber a dónde iba cada día, las discusiones constantes de Diego y Luther para poner el nuevo gimnasio, o quizá, el próximo juicio por la custodia de la bebé.

Entré a la Academia quitándome por completo la corbata y el saco. Necesitaba un respiro de todo.

—Hola cariño, volviste temprano —mamá me saludó con una sonrisa y la bebé en brazos.

—Hola, ¿y los demás?

—Viktor y Klaus salieron a hacer las compras, Luther, Diego y Alonso están en el gimnasio nuevo. Oh y TN dijo que volvería tarde

—Ah, bien.

Me sentí un poco desilusionado, esperaba que TN estuviera en casa. Deje mis cosas en la mesa, vi a mamá ir en dirección a la cocina aun con la bebé en brazos.

—Mamá, dámela, siempre la estas cuidando tú.

—Tranquilo querido, no me molesta —se acercó a mí y me pasó a la bebé—. Pero ten, no tienes que ocultar qué quieres que esté contigo.

No dije nada y cargue mejor a la bebé, ella me sonrió y yo suspire. Me encamine a mi despacho y encontré por el camino algunos de los juguetes de ella y los lleve con nosotros. Dejé a la bebé en el suelo junto a los juguetes y cerré la puerta.

—Tú quédate ahí mientras yo leo sobre cómo hacer para ganar el juicio —me senté en mi silla y sentí su mirada—. ¿Qué? —la mire, ella río—. No es porque te quiera, pero ya eres una Hargreeves y eso te vuelve alguien importante —soltó una tierna carcajada—. Anda, usa esos juguetes que Lila me hizo comprarte, tengo cosas que hacer.

Volvió a reír y centró su atención en el oso de peluche que se adueñó de mis cosas de infancia.

—Claro, gastamos ciento veinte dólares en juguetes y tu juegas con esa cosa vieja.

—¡Hua-auh! ¡Ah pf!

Grito viéndome con el ceño fruncido mientras agitaba el peluche. Parece que se había enojado.

Mi nuevo mundo || CH [✓]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora