Capítulo 23

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¿Quieres que te lleve a casa?- ofreció Jose después de estar un largo rato abrazados sin separarnos ni hablar.

- No, no tengo ganas de ver a mi familia.- suspiro.- A lo mejor Elliot y Kate me dejan quedarme en su casa.- iba a sacar el móvil de mi pequeño bolso cuando Jose me cogió de la muñeca.

- Puedes quedarte en mi casa a dormir si quieres.- su sonrisa mostraba todos sus dientes. Era más de medianoche, no había nadie en ese parque, solo nosotros dos. El frío se iba haciendo cada vez más presente.

- No quiero causar molestia.- lo miré a los ojos.

- Claro que no es molestia. Venga vamos.- la guió hasta su coche, el cual estaba aparcado a dos pasos del banco.

Conduce en silencio hasta su apartamento. No me pregunta nada sobre Christian, ni siquiera de la pelea que había tenido unas pocas horas antes con mi hermano, cosa que agradecía. Es un gran apoyo para mí en estos momentos. Voy todo el trayecto recordando por qué nos odiábamos de pequeños. El solía llamarme preciosa, y yo odiaba que me llamara así, me ponía de los nervios. Siempre estaba metiéndose conmigo, menos mal que en ese campamento no estaba Jack.

Sacudí la cabeza, no quería pensar en él.

Yo como venganza le llamaba Joss y no había momento en el que no nos estuviéramos chinchando el uno con el otro. En el fondo me caía bien, pero en el fondo, fondo.

- Joss, ¿recuerdas por qué nos odiábamos de pequeños en ese campamento?- reí.

- Sí, preciosa, claro que lo recuerdo.- se burló.

- Eh, no me llames así. Ag, lo odio.- le di un suave puñetazo en el brazo.- ¿Sabes? Es peligroso burlarse de una embarazada y más de mí embarazada.- puse énfasis en la palabra mí a la vez que me señalaba con el dedo.

- También es peligroso llamarme Joss, hace mucho tiempo que no nos vemos, podría haberme convertido en un violador psicópata.- me miró serio. Yo tragué saliva.

- Me...mejor me llevas a casa.

Su risotada me tranquilizó, menos mal que estaba de broma. Gruñí y le insulté.

Después de unos minutos llegamos a un gran edificio negro. Nos bajamos del coche y me guió hasta su casa, en el tercer piso. Justo cuando entré en la casa sonó mi móvil. Era Jack. Lo apagué.

Joss me invitó a tomar algo, por una copita de vino no pasará nada.

Al final me desahogué y lo aburrí contándole toda lo que había pasado dos meses atrás. Me abrazaba y de vez en cuando soltaba algún insulto. Me sentía realmente bien hablando con él y contándole mis penas. Me comprendía. Era de mi carácter, valentía y dureza era lo principal. Pero también era bueno y dulce.

Dejó que durmiera en su cama, mientras él descansaría en el sofá. Insistí en que yo dormiría en el sofá, pero me convenció atribuyendo que en mi estado era mejor descansar bien. Me dejó una camiseta vieja para dormir, como Jose era bastante más alto que yo me estaba larga, por eso no me hizo falta pantalones.

Sentí un zarandeo en la cama y unas manos apoyadas en mi brazo. No sabía cuánto tiempo había dormido, pero quería seguir acostada en la cama. Gruñí intentando separarme de esas manos, y me alejé tanto que casi me caigo de la cama si no es por él.

- Vamos preciosa, es hora de levantarse.

Gruñí y me quejé hasta que me despejé completamente y decidí levantarme. Joss se había sentado en la cama esperando a que me despertara del todo. Me incorporé bajando más la camiseta.

- ¿Qué hora es?- pregunté, frotándome los ojos.

- Las dos de la tarde.

Casi me da algo al escucharlo. ¿Tanto he dormido? Pues parece que sí, lo atribuiré al embarazo.

- Bueno, supongo que tengo que dormir por dos.- acaricié mi vientre. Jose rió.

- Vamos, ya está el desayuno.- se levantó y fue hacia la cocina.

Me peiné y me vestí con el vestido que llevaba ayer. Me limpié el maquillaje y salí a desayunar. Se olía a chocolate y bollos. Me rugieron las tripas.

- Oh, dios mío. Tú quieres que me ponga como una foca.- exclamé provocando una carcajada de su parte.

- Me has pillado, ese es mi propósito.- sonrió.

Le devolví la sonrisa y empecé a desayunar.

- Tendría que estar prohibido comer estos bollos.- le pegué un bocado a el segundo.

- Ya te digo, tendría que estar prohibido alimentar a embarazadas con bollos.- sugirió. Cogí el tercer bollo.- Eh, suelta ese, no me vas a dejar ninguno.

- Recuerda que tengo que comer por dos.- me excusé.

- Pero ese era mi bollo.- hizo un puchero. Le di la mitad mientras él cogía el cuarto bollo de la caja.- Gracias.- sonrió contento.

Cuando acabamos de desayunar se ofreció a llevarme a mi casa. Por el camino fuimos recordando esa semana en el campamento. Le guié hasta mi casa con algunas indicaciones.

- Gracias por traerme y por dejarme pasar la noche en tu casa.

- No hay de qué. Me ha encantado volver a verte. ¿Podemos vernos otro día?

- Claro.- le di mi número y me despedí de él.

Suspiré antes de entrar en casa porque ya sabía lo que me esperaba.

¿Por qué cuando por fin soy feliz todo se desmorona? (Anastasia y Christian)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora