Capítulo 26

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Lo siento, he sido tan ingenua... -rompí el silencio. Mi mirada se perdía a través del traslúcido cristal de la ventanilla del coche. Había empezado a llover y las gotas resbalaban por el cristal dejando tras ellas gotas aún más pequeñas. Me aferraba a ello como lo más entretenido del mundo para despejarme. Se apreciaban las enormes casas que formaban la parte más dichosa de la cuidad. -Debería haberte echo caso.

Podría haberle confesado que ese bebé que lleva en sus entrañas es suyo y lo hubiera mantenido a su lado. Podría haber sido egoísta por una vez y llevárselo con ella. Pero, ¿de qué serviría?

Él había dado una oportunidad a su exnovia y habían comenzado una relación. ¿Qué podía ofrecerle ella al lado de Elena? Nada probablemente, solo un hijo sobre el que ha mentido. Esa chica le ha prometido algo para alejarlo de su lado, y lo ha conseguido. Estará satisfecha. Será muy dichosa y afortunada, envidiada incluso. Yo en cambio me quedaré rota y hundida.

Vaya mierda. ¿Por qué no podía ser todo como antes? Si por mí fuera viajaría al pasado y me quedaría allí a vivir para siempre. Me da todo igual, yo solo quería tenerlo conmigo, a mi lado. Pero soy tan inútil que ni siquiera he logrado eso.

Castigarme es la mejor forma para matar el tiempo y el dolor. Me ardía el pecho, estaba vacía. La niebla se había disipado para dar paso a una terrible tormenta. Justo la que estaba cayendo ahora, vaya, la lluvia no ayuda tanto respecto a mi estado de ánimo.

-No es tu culpa. -miraba hacía la carretera. Ese chico me ha ayudado mucho. -Solo te has dejado guiar por lo que sientes. La vida a veces nos trata como nos lo merecemos, pero otras se equivoca. La justicia no es una de sus prioridades.

Cuánta razón tenía. A lo mejor yo me lo merezco. Si ese es el caso que alguien me diga qué ha dado lugar a todo esto. ¿Qué es lo que tan mal he hecho para estar así? No lo entiendo.

Había dejado de llorar, me he prometido no hacerlo más y lo mantengo con firmeza.

Este día se me quedará guardado con fuego en la memoria. Y él también, por suerte y desgracia al mismo tiempo.

Llegamos a mi casa. La lluvia cae con más fuerza, dando a entender que pronto empezará a nevar por todo la ciudad. Me encanta esta época del año, la nieve. De pequeñas Rose y yo salíamos a jugar y a hacer muñecos. Echo de menos esos años en los que era tan inocente y ajena a todo. No sufría, no estaba triste, no había dolor. Llegaba a casa y tomábamos chocolate caliente. Era feliz.

-Prométeme que vas a estar bien. -me dice Jose cuando llegamos al porche de mi casa. Asiento para no preocuparlo, pero no sé hasta qué punto podré hacerlo.- Cualquier cosa que necesites me llamas, ¿vale?

Me lanzo a sus brazos y le doy las gracias. Me da ánimos acariciándome la mejilla y se despide de mí con un beso en esta.

Otra cosa que me reprocho, ¿por qué no puedo enamorarme de otro hombre? ¿Por miedo al rechazo? No, porque no quiero a cualquiera, quiero a uno solo.

Muchas veces desearía poder enamorarme de Jose o de algún otro chico. Me da rabia ser incapaz de algo tan rudimentario y exótico, a la vez que fascinante y libertino.

Parece que no hay nadie. Me asomo a la cocina, está igual de solitaria que el resto de la casa. Me acurruco en el enorme sofá y me quedo mirando a la nada, pensativa. Recordando todos los momentos que han pasado. Torturándome repitiendo una y otra vez en mi mente la situación de hace una media hora. Preguntándome que por qué a mí.

-Perdóname, pequeña. Por favor perdóname. -acariciaba mi pequeña pero abultada panza. -Soy la peor madre del mundo. Le he ocultado tu existencia a tu padre. -no me he enterado de que he incumplido mi promesa de no llorar.

¿Por qué duele tanto? Siento como si me hubieran pegado una paliza. Esta enorme y solitaria casa se me viene encima, aplastándome, impidiéndome respirar.

Quiero dormir para siempre, para no sentir este dolor. Quiero despertar en paz. ¿Tan difícil es?

Subo a mi habitación corriendo, me quito los zapatos y me paro en la puerta. Me acuesto en la cama, ni siquiera reparo en que llevo mi vestido. Me tapo con las grandes sábanas y me duermo abrazando a mi bebé.

Pero antes me llevo conmigo su olor, su sonrisa, sus preciosos ojos: todo él. Me lo llevo conmigo a un sitio donde solo estaremos nosotros tres y nadie nos molestará. Donde seremos felices, aunque solo sea una alucinación para disipar el vacío.

POV Christian

He estado tan sumamente ciego. Me amaba, me ama, lo hizo desde que empezamos una relación cuando tan solo éramos unos adolescentes. Ese sentimiento es recíproco y yo gilipollas.

Me fui con Elena porque me convenció de que no era lo suficiente para Anastasia. Solo me he dejado llevar por lo que sentía por ella cuando estábamos en el instituto. Después de tanto tiempo aparece en mi vida para arruinarlo todo. Por su culpa he perdido a Anastasia.

Siempre tuvo esa obsesión conmigo, no soportaba que estuviera con ninguna chica. Por eso la dejé.

Cinco años después vuelve a aparecer en mi vida, es preciosa, siempre lo ha sido. Me atrae, no voy a mentir. Pero no sé qué es lo que quiero con ella.

Esos días Annie estaba poco cariñosa conmigo, no tenía ni idea de que le pasaba. No me lo contaba. Me enfadé y me marché de casa, recurrí a Elena porque estaba desesperado y ella me hechizó con sus tonterías baratas.

¿Cómo he estado tan ciego? ¿Cómo fui capaz de dejarme llevar, creyendo que no me amaba? La engañé y la dejé por esta chica que no se le puede comparar. ¿En qué coño te has convertido Grey?

Sentí la rabia recorrer todo mi cuerpo cuando me dijo que ese chico y ella iban a ser padres. Quería partirle la cara. Pero mi estupidez me lo ha hecho pagar.

¿Puedo recuperarla después de dejarla así: rota, hundida y humillada? ¿Cuál era mi propósito con esa comida? ¿Verla de nuevo? ¿Pedirle perdón?

Ella está embarazada, me digo por enésima vez, de ese chico. Yo no puedo ofrecerle nada más. La he cagado.

Odio que sufra por mi culpa, siempre la he protegido del dolor, la mantenía alejada de él, pero en realidad yo soy el dolor. Su dolor. No puedo protegerla de mí mismo. Es mejor alejarme.

Al menos iba a terminar con esta barbaridad. Me dirigí hacia la cocina donde una triunfante Elena tomaba una copa.

-Eres el ser más asquerosamente egoísta del mundo. -la rabia mezclada con el dolor recorría mis venas. Apretaba la mandíbula. -Supongo que ya has conseguido lo que querías y estarás contenta, ¿no?

-Pues sí. -respondió tranquila. Se acercó a mí, apoyando sus finas manos en mi pecho. -Eres solo mío. -rió con suficiencia. Me estaba poniendo de los nervios.

-Olvídalo, preciosa. -la aparté de mí y con voz sosegada le dije. -No soy tuyo, Elena. Deja de obsesionarte conmigo y olvídame de una vez, ¿vale? Tú y yo no somos nada. -grité. Me está costando controlarme. -Ahora sal por esa puerta y no vuelvas más.

-No -gritó. -Esto no es lo que quieres, deseas estar conmigo.

Una carcajada salió de mi boca, se me quedó mirando desconcertada. La agarré del brazo haciendo caso omiso a su quejas y la saqué de ahí dándole un último ultimátum.

Había decidido marcharme unos días después de estas vacaciones de la ciudad. Terminar la universidad fuera. Celebraría la Navidad con mi familia y después me iría.

Noche vieja la pasaríamos mi familia, los Steele, los Kavanagh y los Lincon juntos como desde hace cinco años. Ahora iba a haber un pequeño cambio; yo no haré acto de presencia para no incomodar a Anastasia, ni romper la única promesa que me he propuesto: salir de su vida.

Voy a dejar de hacerle daño y la mejor forma es la distancia. Estoy dispuesto a regresar cuando ella me haya perdonado. Pero supongo que eso no será hasta dentro de mucho tiempo. Demasiado quiza.

¿Por qué cuando por fin soy feliz todo se desmorona? (Anastasia y Christian)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora