El peligro a las puertas

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Lord Kane se adentró en los aposentos de los Lores con paso seguro y marcadas zancadas. Nada iba apartarle de su objetivo aquella noche. Caminó hacia el lecho conyugal de los Lores y se deshizo de la bata larga que solía llevar para evitar el frío. De gruesa lana, mangas anchas y tan larga que a veces podía pisarla con sus propios pies. Con el blasón heráldico del norte bordado a su espalda. El zorro blanco y gigante.
Lord Isas seguía a su marido unos pasos por detrás. Cerró la puerta de los aposentos y observó en silencio a su marido deshacerse de la bata. Sabía lo que venía después. Su marido se cambiaría de ropa a su camisola de dormir. Aunque no lo haría en silencio o de forma sensual como solía hacerlo para provocarle, no. Aquella noche, había otro tema sobre la mesa.
—Kane, deja que me explique, lo que has visto hoy...
—¿No debería haberlo visto?—completó la frase de su marido girándose hacia él.— ¿cuándo me lo ibas a decir entonces? Pensaba que entre nosotros no había secretos.
—Y no los hay, mi reunión con el príncipe...
Kane levantó un dedo acusador hacia él y tomó un paso hacia adelante. Su gesto molesto delataba algunos matices temerosos en su gesto.
—No te atrevas a decirme que era solo por las misiones de reconocimiento, Isas.— Le advirtió.— Porque sé perfectamente lo que he visto en ese mapa. Eso eran tropas.

Isas apartó el dedo acusador de su marido con un gesto molesto de su mano. Isas estaba demasiado nervioso y aunque tratara de medir sus palabras, algo le decía que cualquier cosa que dijera iba acabar en una acusación.

—¿Qué está pasando, Isas?

Lord Isas alzó las manos y se acarició las sienes en gesto cansado, bajando por sus largos cabellos negros recogidos en una trenza. Una trenza que llevaba dejándose crecer desde que Ryo cumplió quince años y que debía cortarse cuando su hijo cumpliera dieciocho años. Una tradición del norte que simbolizaba el paso a la edad adulta del hijo y convertirse en un igual a ojos de su padre.

—Hay demasiado en juego Kane, están pasando muchas más cosas de las que parece.—intentó explicarle a su marido.

El Lord omega resopló y se acercó a sentarse al borde del lecho conyugal. Las manos inquietas sobre su regazo. Su mirada caída sobre sus muslos.

— ¿Qué papel juega Elias en todo esto?—preguntó finalmente el Lord levantando la mirada.

Lord Isas buscó las palabras adecuadas para explicarle la situación.

—Elias... —comenzó mientras se acercaba a su marido y se sentaba a su lado.— Elias se ha adentrado en Krelia.

Lord Kane levantó la vista a su marido, presa de la sorpresa y del miedo. Casi no podía creer las palabras que salían de su boca. Como una de las cuatro familias grandes del reino y por la especial amistad de Lord Isas con el rey, se habían posicionado como un aliado de confianza.

—Isas...¡Elias es un niño! ¿Has convertido a Elias en un espía?

—No es un niño, Kane, tiene dos años más de Ryo, es un adulto.—Le recriminó su alfa en una voz más grave.

Su marido se llevó una mano a los labios en gesto preocupado, una mano temblorosa.

—Elias se adentró tras la frontera, sabe imitar el acento de esa zona de Krelia. Solo fue a ver una población en la que teníamos sospechas de desarrollo armamentístico.— Toda aquella información iba a descontentar a Kane, pero si él quería saber la verdad, le iba a contar toda la verdad.

El rostro del omega se volvía aún más pálido por momentos, a cada palabra que salía de los labios de su alfa.

—Dioses de los elementos...—Dejó salir una exhalación miedosa.— Isas...¿vamos a entrar en guerra con Krelia?

La Marca del Dragón  {omegaverse}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora