Tierras inhóspitas

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El viento se tornó frío, muy frío, como agujas perforando la piel. El sol justiciero sobre sus cabezas, no calentaba, pero quemaba su piel. Las aguas negras del mar del norte golpeando contra el casco del Snekkar. El mar se estaba portando bien con ellos, el viento soplaba a su favor y llenaba la vela, aunque no era suficiente para llegar a tiempo a su destino y, por ello, los remeros se turnaban en su ardua tarea de empujar la embarcación.

Tarea que incluía al joven Ryo. El jinete del dragón se había unido en más de un turno a los remeros. Los cánticos y sonidos de esfuerzo surcaban el aire. El príncipe Solomon se mantenía como observador, incontables preguntas surcaban su mente. Nunca había formado parte de un ritual tan antiguo, las canciones, la simbología, no era algo que hubiera aprendido durante su proceso educativo. Sí, sabía de todos los prejuicios del Norte. Gente anclada en sus creencias antiguas, rudos y sanguinarios, pero eso era todo.

Afortunadamente, su amigo Lord Simon de Clashäe, se le adelantó en hacer la primera pregunta. Se lo agradeció mentalmente, a decir verdad, no quería dar la impresión de ignorante o poco versado en una de las culturas que formaba parte de su reino.

— Disculpe mi ignorancia, Lord Isas. — Le habló el Lord del Este al norteño. — Pero si me lo permite, tengo algunas preguntas.

Solomón desvió su ojos hacia su amigo y al Lord del norte quién, con un gesto comprensivo, asintió una única vez con su cabeza.

—Adelante, por supuesto.

— ¿Qué es el Valhalla?

Sí, aquello también le causaba curiosidad al príncipe, cantaba sobre ello como si fuera un lugar utópico.

El lord del Norte hizo una media sonrisa frente a aquella pregunta, sus caballeros se miraron con un gesto similar. Una sonrisa ruda y una mirada traviesa. Como si desearan ver cómo reaccionaba el Lord del Este a la respuesta que iba a recibir.

— El Valhalla es el salón de Odín, solo los perecidos en gloriosa muerte reciben el honor de acompañar al Dios padre en su salón.

Lord Simon se quedó sin palabras, no se esperaba que cantasen a una muerte gloriosa. Abrió la boca para contestar a Lord Isas, pero no encontró las palabras.

— Si hemos de perecer en nuestro viaje, lo haremos de manera que podamos acceder a ese honor. Es allí dónde nos reuniremos con los einherjer y esperaremos al día del Ragnarök.

Solomon hizo media sonrisa satisfecho. Sin duda, su padre le había advertido de que se encontraría con rasgos culturales que serían difíciles de digerir o comprender. De momento, la experiencia no le defraudaba.

Aunque su pobre amigo parecía cada vez más confundido por aquellos términos antiguos. Pero de todo lo que le había dicho Lord Isas, había una palabra que sí había logrado identificar.

— Ragnarök. — Repitió el príncipe. — ¿La batalla del fin del mundo?

Lord Isas desvió sus ojos a los de príncipe, su sonrisa se curvó por completo, acompañada de un sentimiento lento de la cabeza. Solomon sabía perfectamente que decir aquello le enorgullecía al Lord del Norte. Saber que incluso fuera de sus tierras, se conocía su cultura.

Y eso le daba puntos a Solomon para afianzar la alianza con el Norte.

— En efecto, Majestad. — Los ojos de Lord Isas volvieron a Lord Simon y alzó la mano para darle una palmada en el hombro al joven Lord. — Tengo entendido que Este cuenta también con unas costumbres más que curiosas.

Lord Simon hizo una sonrisa más relajada e inclinó la cabeza hacia un lado. Sí por supuesto que en el Este tenían sus propias costumbres antiguas y algunas habían sobrevivido hasta la actualidad. Como la de saltar siete veces alrededor de una hoguera durante el solsticio de verano o la de tirar cubos de agua por la ventana durante las festividades de agosto. Pero en comparación, Lord Simon veía sus costumbres como un apunte anecdótico de una cultura antigua que desaparecía a cada año que pasaba.

La Marca del Dragón  {omegaverse}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora