Los cuervos sobrevuelan nuevas fronteras

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— Caben ochenta, —Repitió Ryo las palabras de su padre Lord Isas mientras él mismo y Lord Kane observaban el dibujo que acababa de realizar el Lord alfa sobre un papel amarillento que había depositado sobre la mesa frente a ellos.— ¿y cómo lo hacen? ¿por turnos?

Lord Kane se cruzó de brazos junto a su hijo mientras miraba el dibujo realizado por su marido con una ceja alzada.

—La verdad es que es difícil de creer. —Valoró el Lord Omega.

Ryo asintió lentamente sin apartar la vista del dibujo.

—No me parece posible. ¿Seguro que el dibujo está bien?

—Tu padre nunca ha tenido talento para el dibujo, tendremos que utilizar la imaginación.

El Lord alfa estuvo a punto de arrancarse la trenza de la cabeza. Aquello era un asunto serio. Pero su marido y su hijo creían conveniente detenerse y debatir sobre su habilidad de dibujo. ¿Tenía razón? Por supuesto, Lord Isas tenía talento nulo para el dibujo. Pero hasta él mismo podía dibujar un Snekkar, un barco.

—Caben ochenta remeros, cuarenta a cada lado en un total de veinte remos. Disculpad si mi dibujo no es lo suficiente explicativo. — replicó el Lord Alfa casi siseando con los dientes.

Lord Kane rodó los ojos ante el temperamento de su marido y rodeó la mesa de madera para llegar hasta él y depositarle un beso fugaz en los labios.

— De acuerdo, Cariño.—Le calmó y acto seguido se giró hacia su hijo que aún observaba el dibujo del Snekkar sobre el papel.

Su pobre niño tenía un aspecto horrible.
Su celo había pasado hacía apenas un par de días y este había sido más largo e intenso que los anteriores. Con altas fiebres y noches en vela. Bajo los amarillos ojos de Ryo, se hundían unas oscuras ojeras, estaba pálido e incluso, había perdido peso. Nunca había sido tan severo. Lord Kane se preocupaba por los futuros celos de su primogénito.

—Entonces, Ryo, necesitarás designar a ochenta soldados de tu confianza.

El jinete dudaba si quiera que pudiera conocer a tanta gente para aquella labor.

—Deben ser soldados, caballeros o, como mucho personas en vías de convertirse en caballeros, como Elias, por ejemplo.— Añadió su padre.

Ryo se rascó la nuca con gesto nervioso.
Su padre sólo podía elegir a tres caballeros para aquella misión, el resto deberían ser designados por él mismo. Elias iría con él, por supuesto, el ritual de su dieciocho cumpleaños era un momento decisivo que lo capacitaría para ser Lord de Snødeckhus en un futuro. El ritual mediante el cual el niño se convierte en hombre y mira a los ojos de su padre para demostrarle que dejará el norte en buenas manos.

—Habrá que contar conmigo, tres de mis caballeros, el príncipe y un acompañante suyo, posiblemente.— añadió Lord Isas.

El jinete levantó sus ojos abiertos del papel hacia su padre alfa.

—¿El príncipe vendrá con nosotros?

No era usual, el ritual no era un viaje sencillo. Volver a ver a Solomon le incomodaba en cierto modo. Su despedida no había sido la mejor. Y después de su cumpleaños aún pasarían más tiempo juntos. Menuda pesadilla.

—Así es.— Su padre caminó hacia el tapiz que mostraba el continente, colgado de la pared.— Una vez más, viajaremos hasta la costa de Tremsø a caballo. Allí tomaremos el barco y navegaremos rumbo norte hasta vislumbrar la isla Desesperación, seguiremos al norte hasta las islas sin nombre. —la mano del Lord se alzó mostrando el camino.— Tomaremos tierra en las orillas continentales y desde allí, cruzaremos las tierras inhóspitas hacia el sur, hasta entrar por la tierra de los valles.

La Marca del Dragón  {omegaverse}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora