Un pasado enterrado

88 17 0
                                    




— La leyenda es cierta. — Le había dicho Lord Isas al príncipe en cuanto se alejaron del campamento.

Solomon caminaba junto al Lord del Norte, rompiendo la profunda oscuridad de la noche en tierras inhóspitas.

Se habían dividido en grupos de dos para explorar los alrededores del campamento establecido. Solomon no podía dejar de pensar en lo mismo que Lord Isas, la expresión de terror en el rostro del joven Ryo cuando les confesó que estaba «escuchando voces». Sus ojos amarillos abiertos como platos, buscando en la oscuridad lo que fuera o quien fuera que le estaba hablando.

El Lord del Norte ni siquiera se había parado a preguntarle a su hijo qué decían aquellas voces, por lo que Solomon sospechaba que sabía bien de qué se trataban. ¿Acaso sabía que iba a pasar cuando llegaran a aquellas tierras? ¿Había estado esperando el Lord en silencio aquello que acababa de pasar? Y sabiendo qué podía pasar, ¿se lo había ocultado a su propio hijo?

Solomon alzó una ceja entretenido por el pensamiento de que, al parecer, no solo él le ocultaba información al jinete. Pero como todos los secretos, en algún momento tienen que ver la luz.

Solo esperaba que el suyo durase un poco más, o incluso para siempre.

— Un poco pronto para confirmar una leyenda de hace cientos de años, no cree ¿mi lord? — Le contestó Solomon mientras caminaban. — El primer Rey, mi antepasado... se decía que podía oír las voces de los espíritus antiguos, los guardianes de los dioses. Pero siempre se ha tomado como una metáfora, como la comprensión de una cultura y creencias perdidas en el tiempo. — Solomon apuntaba hacia adelante con su antorcha, iluminando apenas un par de metros por delante de sus narices. — Por ello también se le llama el Gran Rey Sabio, dado que no solo era un jefe militar, también una persona culta, una eminencia en los estudios.

Lord Isas soltó un bufido de descrédito. Por supuesto, la espiritualidad y creencias en lo místico y mágico eran mucho más fuertes en el Norte. Lo que en el resto del reino, por evolución se había tomado como una imagen o metáfora, en el norte podía aún persistir como verdad.

— Además... — prosiguió el príncipe mientras se detenía y miraba a su alrededor, el vaho de su aliento apenas era visible en aquella noche tan cerrada. — Si fuera cierto, indicaría que hay un templo cerca, pero no hay nada por aquí...

Lord Isas se detuvo para escuchar al príncipe. Él creía en su hijo y en la leyenda. Desde el nacimiento de Ryo, se había interesado mucho más por aquella historia sobre el primer rey, el último jinete de dragón y había estado esperando a esos otros «síntomas» de ser un jinete.

Lord Isas miró a su alrededor como hizo el príncipe. Sabía a ciencia cierta que hubo un tiempo en el que pequeñas poblaciones habitaban esas tierras, pero ninguna tan al norte. Aun así, no estaba dispuesto a dar su brazo a torcer.

— La nieve oculta mucho más de lo que podemos ver, majestad.

......................................................................................................................

Tras descender la colina, Ryo no dirigió ni una palabra más al príncipe. Lo habían dicho todo, ¿no?, pues no tenía nada más que compartir con él hasta su vuelta a Snødeckhus. El Jinete caminó derecho hacia su padre, para informarle de que el perímetro estaba despejado. Solomon trató de seguirle, sin embargo, en cuanto el príncipe se acercó a Lord Isas, Ryo, se apartó de la escena para retomar sus labores de líder de la comitiva durante el ritual.

Alejándose del silencio inexplicable que la proporcionaba la presencia de Solomon, alzaba una mano para rascarse la oreja de vez en cuando. ¿Iba a preguntarle a Solomon por qué pasaba eso? ¿Iba a preguntarle si era parte de los síntomas de ser «pareja predestinada»?

La Marca del Dragón  {omegaverse}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora