Camino a la capital

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No podía llevarse mucha ropa, incluso sus prendas de verano eran demasiado abrigadas para la capital, según su padre omega. Dos baúles y solo dos baúles se disponían a los pies de su cama. Cama en la que había dormido toda su vida, donde sus padres habían consolado sus pesadillas, donde había caído a plomo tras sus primeros entrenamientos, donde había pasado todos sus resfriados. Su habitación, que siempre le había parecido pequeña, tal vez porque prefería pasar más tiempo en el exterior, con Kuro. En ese momento le parecía inmensa.

Sentado en el alféizar de su ventana, con la espalda apoyada en el marco de la misma y su mirada hacia las montañas. No quería ni pensar en ello, aunque el mundo siguiera avanzando a su alrededor. Una rodilla doblada sobre el alféizar de la ventana y un brazo sobre esa misma rodilla.

— Ryo, ¿me estás escuchando?

El jinete le devolvió la mirada a su padre omega, quien le miraba con ambas manos sobre sus caderas, con una mirada de desaprobación. No. No le estaba escuchando.

— ¿Qué? — reaccionó sin saber qué quería su padre.

Su padre ladeó la cabeza y echó un bufido con esa misma cara de desaprobación. Claramente le había estado hablando o preguntado algo que requería su atención y no le había oído.

— Ryo, necesito que estés centrado para esto. — Le regañó. — Te vas mañana y no tienes ni la mitad del equipaje hecho.

El jinete bufó de hastío y se bajó de la ventana para caminar con desgana hacia los baúles al pie de su cama. Tres sirvientas del castillo iban de un lado a otro de su habitación tomando prendas de ropa, plegándolas e introduciéndolas en ambos baúles.

— Ni bufidos, ni caras. — Volvió a regañarle Lord Kane.

Ryo miró a su padre con una ceja alzada. Estaba nervioso, su padre parecía tenso desde el día del banquete. Un día había pasado desde aquella noche. Una noche que Ryo no podía olvidar... aunque no hubiera pasado nada.

A veces, a solas, Ryo aún notaba como sus labios palpitaban por el contacto de los de Solomon. Sus manos sosteniendo su espalda, presionándolo contra su cuerpo. Pero no era real. Nada en ello era veraz. Solo una broma de la vida.

— Deberás llevarte botas nuevas, — Seguía hablando su padre mientras señalaba a un lado y a otro de la habitación para dirigir las acciones de las sirvientas como un director de orquesta. — esas que llevas han visto ya muchos días.

Ryo bajó la mirada hacia sus botas, las que siempre llevaba, aunque ya eran más remiendos que las botas originales. Pero le gustaban, eran cómodas. No entendía porqué tenía que cambiar toda su apariencia para ir a la capital.

— Llévate la capa de tu ritual, o por lo menos las pieles de zorro. — Seguía hablando su padre omega. — Para entrar en la capital, lo harás con la cabeza bien alta y con el Norte sobre tus hombros.

Ryo volvió a alzar la mirada hacia su padre, el Lord omega no dejaba de hablar, de moverse, de ordenar a las sirvientas de un lado a otro. Le estaba mareando, no quería que las últimas horas con su padre fuera así.

— Papá. —Le llamó, pero el Lord Omega seguía enfrascado en su monólogo.

Ryo le tomó de la mano y tiró de esta para llamar su atención.

— ¡Papá! — El lord omega dirigió sus ojos a los de su hijo con gesto sorprendido. — ¿Y si vamos a tomar un poco el aire?

Su padre le miró como si acabase de vomitar un sacrilegio contra los dioses. El lord omega no podía entender cómo su hijo no veía la urgencia de la situación.

La Marca del Dragón  {omegaverse}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora