Juntos por el clan y la familia

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El sol invernal comenzaba a salir de su letargo para tomar su relevo y mandar a descansar a la luna. El cielo se hacía eco del brillo del astro rey en tonos anaranjados. Las montañas nevadas reflejaban la luz de la estrella como si le saludaran en un nuevo día.
Aquella podría ser una de las últimas veces que vería aquel espectáculo.
Sentado sobre las tejas de lo alto de la Torre, sus extremidades trémulas por el frío y su aliento abandonando su boca en pequeñas nubes vaporosas.
Había llegado el día.
El principio del fin.
El día antes de su cumpleaños.
Ryo apenas había podido dormir aquella noche y tras volver a intentarlo en vano, decidió subirse al punto más alto del castillo.
Salir por su ventana y escalar el muro hasta uno de sus lugares favoritos. Desde donde podía ver el amanecer sobre Snødeckhus, su hogar. Lugar que debería abandonar aquella misma noche para el inicio del ritual. Abandonar los muros entre los que se había criado para cumplir el trato de sus padres con el rey.
Respiró hondo y dejó que el aire helado de su tierra natal inundara sus pulmones.
Solomon y su tío, al que nunca antes había visto, llegarían aquel mismo día. Las celebraciones empezarían con un banquete y música, para partir al atardecer a caballo hacia Tremsø, una aldea costera donde les esperaba su embarcación.
Ya no había marcha atrás. Aquella misma noche comenzaba su nueva vida. Notó como el estómago se le encogía, sus manos temblaban.
Toda fantasía de escapar se había quedado en el olvido. Solo le quedaba huir hacia delante.
Unos niveles por debajo de él, sus padres apuraban el desayuno para continuar con los preparativos del gran banquete. El servicio del castillo corría de un lado a otro. Criados cargados con cestas de comida directos a las cocinas, otros cargados con adornos hacia el gran salón.

—Quiero tener una reserva de dos barriles de vino más por cada mesa.— Anunció Lord Kane mientras supervisaba el posicionamiento de los platos encima de las largas mesas del gran comedor. — Y que el hornero se ponga ya con el pan. Debe estar todo listo para cuando sea la hora.

—Mi Lord, ya ha llegado el frutero.— Se le acercó una de las criadas.— pondremos algunas muestras en cada mesa durante todo el banquete.

El Lord omega asintió ante aquellas palabras. Todo debía salir perfecto.

Lord Isas acudió al pequeño altar dedicado a los antiguos dioses del norte en el muro norte del castillo, el mismo que daba al camino descendente al lago. Allí se hincó de rodillas y hundió su espada en la tierra mojada. Ambas manos sobre la empuñadura de su arma, la cabeza agachada y una plegaria en lengua antigua hacia los antiguos dioses del norte y a sus propios antepasados. Una súplica por la seguridad de los suyos, una petición por la protección de todos y un anhelo de un viaje seguro.

Ryo descendió reptando por el muro del castillo de nuevo hasta su ventana. Se adentró en su habitación y antes de dejar que el ajetreo de aquel día le engullera, se tomó un par de segundos para volver a mirar por su ventana. La aldea, las montañas, los bosques. Todo lo que formaba parte de él.
No duró mucho. Unos pequeños golpecitos sobre su puerta dieron paso a una Dana entusiasmada y cargada con su traje. El atuendo que había diseñado a partir de los antiguos ropajes de su padre para aquel mismo ritual.
Su amiga entró a la habitación con una sonrisa en sus labios y un ritmo acelerado en su voz.

—¡Ha llegado el gran día! —Le saludó.— Madre mía, ¿Has podido dormir? ¡Porque yo no he podido pegar ojo!

Ryo le devolvió la sonrisa, aunque algo nervioso.

—La verdad es que no mucho, al final he subido a ver el amanecer.

Dana dejó los ropajes sobre la cama de su amigo mientras otras dos criadas entraban a ponerle agua para asearse en una tina y unos paños para secarse.
Su amiga se le acercó y tomó sus manos entre las de ella.

—Lo vas a hacer muy bien, Ryo.— Le dijo en voz baja.

Ryo descendió su frente hacia la de Dana y ambos cerraron los ojos antes de respirar hondo. Dana abrazó a su amigo con sumo cariño.

La Marca del Dragón  {omegaverse}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora