La Marca del Dragón {omegaverse}

Zorros y dragones

La vuelta a  Snødeckhus desde Tremsø se produjo tan pronto como los caballos hubieran descansado y el resto de la compañía que los acompañaría de vuelta a la capital en el norte hubo probado el exquisito pescado de la zona.

Lord Kane de Snødeckhus, la Luz en el Norte, guiaba la comitiva. Una demostración de poder un tanto rocambolesca para aquellos que no estuvieran habituados al liderazgo de un omega, como aquellas personas venidas de la capital. Sin embargo, el cargo ostentado por el Lord Omega era respetado y venerado entre los norteños.

Lord Alexander Van Dekkar, no acababa de hacerse a la idea. Criado en un sistema social que deja a los omegas  y betas femeninas en el rango de poca importancia. Marcados por la obligación de casarse y traer niños al mundo. Ver a su hermano, el débil de su hermano, ese niño flacucho que había manchado el un árbol familiar perfecto de alfas con su existencia omega, al que sus otros dos hermanos menores habían atormentado con burlas, insultos y golpes; hora liderando una comitiva que atravesaría las tierras del norte para volver al castillo de una de las grandes familias de la nación... no parecía real.

Alexander nunca le había puesto la mano encima a Kane, pero eso no significaba que hubiera sido bueno con él durante su vida en la capital. Él era el mayor de los cuatro hermanos y Kane el tercero. No negaría que el nacimiento de Kane y su manifestación como omega le repelían. Durante muchos años obvió su existencia, apenas le hablaba o le miraba, Hasta que, por vicisitudes del destino, su despojo de hermano se prometió con el Lord del Norte.

Sus padres se opusieron al matrimonio, ¿Cómo iban a dejar que el omega que había manchado el impecable árbol familiar destacara? No, para sus padres, Kane era un error que preferían mantener fuera del ojo público. Pero ni sus padres se esperaron que el enlace fuera apoyado por el mismísimo Rey Leopold.

Ese día, Alexander convenció a sus padres que desistieran en su oposición. Que le dejaran ir. Oponerse a los deseos del Rey era mucho peor que dejarle abandonar el hogar. No lo hizo por su hermano, lo hizo por su familia. Un secreto que se llevaría a la tumba.

La vuelta a la capital del norte fue tranquila, al pasar por las granjas en las que hubieron descansado en su viaje a Tremsø, dejaron allí todo caballo que contuviera una silla de montar vacía. Al parecer, esos mismos caballos los utilizarían los integrantes del ritual al volver de tierras inhóspitas. Lord Alexander no había ido con ellos, aquel ritual parecía más un comportamiento de bárbaros que de personas civilizadas.

Entendía que el Príncipe heredero fuera con ellos, dado su rango militar. Sin embargo, él no tenía ninguna obligación de ir. Ni siquiera tenía porqué haber asistido desde un primer momento cuando llegó la carta de su hermano invitándole.

Pero, a decir verdad, esa era la oportunidad que había estado esperando durante años. debía hablar con su hermano. Un asunto de suma importancia le llevaba hasta ahí y no se iría sin tratarlo con él.

Al segundo día de su vuelta a la capital en el Norte, su hermano, Lord Kane de  Snødeckhus, por fin tuvo un momento para él entre sus quehaceres. O tal vez, se había quedado sin excusas para decirle que no.

Lord Alexander entró en la biblioteca del castillo para encontrarse con su hermano sentado en una gran butaca, con una manta sobre sus muslos y sus ojos azules oscuros como el cielo del ocaso fijos en el libro que sostenían sus manos. Sus cabellos oscuros recortados a la altura de sus cejas, cubrían también la parte superior de sus orejas.

Alexander se adentró en la estancia esperando que el ruido de sus botas hicieran que su hermano levantara la vista del libro, pero no lo hizo. Entrecerró los ojos, Kane le había dejado muy claro con su comportamiento que ya no era el niño enclenque y débil que él conocía. Iba a tener que tragarse su orgullo, de nuevo.