Capitulo 8: Psicologa de la mafia

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Alla

Me encontraba en la habitación del mafioso, Mikhail, observándolo mientras él hacía lo mismo conmigo. Aún no estaba segura si mi decisión de trabajar en la mafia era la mejor, pero no había mucho que pudiera hacer en ese momento.

Caminó hacia mi, tomando mi brazo con fuerza, llavandome a una de las puertas que estaba en la habitación, la abrió rápidamente, era una baño bastante grande y estaba bien equipado. Había una gran bañera en el centro de la habitación, rodeada por azulejos blancos y brillantes. También había un lavabo doble y un tocador con un espejo grande.

-Quítate la ropa- habló firme.

-¿Qué? No puedo hacer eso. - dije, tratando de liberar mi brazo de su agarre.

-No hay nada de qué preocuparse, Alla. Solo quiero asegurarme de que estés limpia antes de que empieces a trabajar con nosotros. - respondió Mikhail con una sonrisa en su rostro.

Mi cuerpo tiembla y mi mente se llena de incertidumbre, no estoy segura de querer hacerlo y mis miedos se multiplican al ser obligada con cierta fuerza.

- Te estás resistiendo demasiado Alla, no lo entiendo -dice mientras me observa fijamente.

- No quiero hacer esto, Mikhail -respondo con voz temblorosa.

- Te dije que podemos tener una buena relación laboral, Esto es solo un pequeño obstáculo por el que debes pasar. Todo estará bien -dice con una sonrisa fría.

La forma en que me habla me resulta extraña y desconcertante, no sé si debería confiar en él o buscar una forma de salir de este lugar.

Se acercó a mí, para intentar quitarme la ropa, intento luchar para mantener vestida, pero es una batalla perdida, aun sin haberla empezado.

Me sentía sucia por permitir que alguien como él me tocara de esa manera. Sé que no tengo otra opción, pero eso no hace que la situación fuera más fácil de soportar. Mientras el ruso sigue intentando desnudame, intento mantener una conversación para distraerlo.

- ¿Por qué haces esto? - pregunto en un intento de entender lo que estaba pasando.

- Tú lo sabes bien - respondió con una sonrisa maliciosa en su rostro.

- No puedes obligarme a hacer esto - dije con voz temblorosa.

- ¿No puedo? - respondió el con una risa irónica. - Soy el jefe aquí y hago lo que quiero. Y tú, mi querida, eres solo una pieza más en mi juego.

Fue en baño mi lucha, porque terminé desnuda frente a él, intento taparme lo más que puedo mi cuerpo, siendo una tarea bastante inútil, ya que no soy de brazos anchos, me mira con una sonrisa burlona en su rostro.

-Tranquila, no te tapes tanto, no tienes nada que ni haya visto ya en otras mujeres, pero con la diferencia que esas otras me excitan y tú solo me repugnan- habla firme.

Omito la punzada de enojo y dolor que me propina su comentario, no voy a demostrar que sus palabras me hieren en cierta forma, las lágrimas bajan por mis mejillas.

-No me desobedezcas, Alla. No me gustaría tener que hacerte daño.

Miré fijamente a su rostro y pude percibir una mirada autoritaria y arrogante en sus ojos. Sabía que no podía desobedecerlo, tenía que hacer lo que me pidiera o las consecuencias serían terribles.

-Métete- señaló la bañera que ya estaba llena de agua y espuma.

Hice lo que me pidió, no deseo llevarle nuevamente la contraria, se agachó quedando al borde de esta misma, me congelé cuando sentí las manos frías del mafioso ruso en mi cuerpo esto hizo que me sintiera aún más sucia y vulnerable.

En la línea de fuego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora