Capitulo 29: Tormenta

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Alla

Mikhail, el hombre que me llevó a experimentar la belleza de Grecia, ahora me arrastra de vuelta a la cruda realidad. El avión privado aterriza en suelo ruso, antes de dar el primer paso fuera de la aeronave, Mikhail me detiene con una firmeza que corta el aire.

-Todo lo que pasó se queda en Grecia, -susurra, sus palabras como una ráfaga de viento helado. Asiento en silencio, consciente de que las palabras son solo un velo efímero ante la tormenta que se avecina.

El viento helado de Rusia corta mi rostro mientras salgo del avión, un frío que contrasta con los cálidos recuerdos que aún resuenan en mi mente desde Grecia. Mi ropa, antes ligera y colorida, ahora es sustituida por un abrigo ancho que oculta con destreza el pequeño abultamiento de mi vientre.

Caminamos hacia la bienvenida que nos espera, y Sergei, junto a los Vor, nos reciben con la solemnidad propia de quienes ostentan el poder. Mi corazón late con fuerza, una mezcla de ansias y temores. El resplandor de mi embarazo, aún desconocido para muchos, será una verdad inevitable que enfrentaremos tarde o temprano.

La bienvenida del Pakhan se siente como un eco del pasado, la misma rutina de reverencias y respeto, pero algo en el aire indica que la calma es solo superficial. El pasado regresa con cada mirada y susurro, recordándome que aquí, en Rusia, debo enfrentar los demonios que dejé atrás.

Los boyeviky nos escoltan con sus miradas intensas hasta la imponente camioneta. Me sumerjo en la lujosa tapicería, acompañada por la presencia firme de Mikhail a mi lado. El camino hacia la mansión se despliega ante nosotros, y aunque la familiaridad del trayecto despierta cierta nostalgia, no puedo ignorar la incomodidad que se agita en mi interior.

Al llegar, la magnífica mansión se alza como un testigo silencioso de mi pasado y presente entrelazados. La grandiosidad del lugar se vuelve un recordatorio de la vida que quisiera dejar atrás y no puedo. No estoy preparada para este regreso, para enfrentar nuevamente las sombras que habitan en cada rincón.

La entrada nos lleva a la sala principal, donde Oksana, la matriarca de esta extraña de las mucamas, aguarda con el séquito de mucamas. Sus ojos agudos me estudian con una mezcla de curiosidad y desconfianza, pero agradezco no encontrar a Tania ni a su madre entre ellas. Un suspiro de alivio se escapa de mis labios, aunque sé que esta calma es solo temporal. Mikhail, sin perder tiempo, se sumerge en los protocolos y formalidades que rigen esta mansión. Mi papel es secundario en esta danza de cortesías y lealtades.

-Ve a tu habitación, más tarde iré, -me instruye con voz suave pero firme. Asiento, sin proferir palabra alguna, y subo las escaleras hacia el refugio temporal que es mi habitación. El silencio de las paredes se siente como un eco de mis propias dudas. Las sombras del pasado danzan en cada rincón, y mi mente se debate entre la aceptación y la resistencia.

En la penumbra de mi habitación, despojo mi cuerpo de las capas que lo han envuelto durante el día. Frente al armario, selecciono meticulosamente una prenda que me abrazará en esta noche fría: un suéter suave y pantalones holgados, refugio contra el invierno que se filtra por las rendijas de la ventana.

Al recostarme en la cama, la fatiga pesa en cada fibra de mi ser, mi cuerpo clama por descanso. Dejo que el silencio de la habitación se apodere de mis sentidos, y mi respiración lenta me arrastra hacia el sueño.

En ese trance entre vigilia y sueño, unas caricias delicadas acarician mi rostro. Mis párpados pesados se abren con esfuerzo, revelando una pequeña cabeza rubia que irradia luz y alegría. La sonrisa de Ivanna ilumina cualquier día nublado, disipando cualquier sombra que se atreva a posarse.

-Hola, hada mágica -dice con una risa juguetona.

Corroboro su saludo extendiendo mis brazos hacia ella. Ivanna se acurruca a mi lado con la naturalidad de quien ha encontrado su lugar en el mundo.

En la línea de fuego Donde viven las historias. Descúbrelo ahora