Alla
Me giro lentamente hacia la ventana, contemplando el paisaje blanco y frío que se extiende ante mí. Las horas han pasado desde que Mikhail se marchó de mi habitación. Suspiro suavemente, tratando de despejar mi mente de pensamientos confusos.
Justo en ese momento, la puerta se abre lentamente, revelando a Katrina, que entra con una sonrisa radiante en su rostro.
-Hola, Katrina -la saludé, devolviéndole la sonrisa.
-Todos están hablando de tí en la cocina, de lo que hiciste.
-¿En serio? -pregunto, intentando ocultar mi sorpresa- No creo que haya sido algo tan importante.
-No digas tonterías, Alla. Fuiste tú quien logró descubrir al traidor que llevaba infiltrado en nuestra organización tanto tiempo. Si no hubieran sido por ti, aún estaríamos tratando de encontrar al culpable, pero las que están que hechas fuego son las dos cacatúas.
Me río por la mención, sé que hace referencia a la madre de Mikhail y Tania, aunque me preocupa un poco lo que esas dos ahora puedan hacer, si antes me odiaban, seguro ahora me van a querer matar.
Katrina se dirige directamente a mi armario.
-El señor me envió para buscarte. Debes ponerte algo abrigado, porque saldrán. -Dice observando cada prenda de ropa, supongo que ya iremos a interrogar a Milán.
Asiento con la cabeza, Katrina saca algunas prendas y las colocaba cuidadosamente sobre la cama. Su elección es impecable, tiene buen gusto para la moda.
Entre las prendas que ha seleccionado, encuentro un abrigo de lana gruesa en tonos grises y negros. Su suavidad y calidez eran evidentes al tacto. Junto al abrigo, hay un vestido negro de tela gruesa, unas medias color piel, unas botas largas de color gris y unos guantes a juego, que complementaban a la perfección el conjunto, sonrrio agradecida.
-Gracias, Katrina. Esto será perfecto. -Ella asiente con una sonrisa amable y sale de la habitación, dejándome a solas con las prendas que ha elegido para mí.
Me desvisto rápidamente y me coloco todas las prendas, siento cómo su calidez envuelve mi cuerpo, lista para mi encuentro laboral con Mikhail, me emociona en parte poder a hacer algo como lo que hacía antes.
Salgo de mi habitación con la intención de ir a ver a Mikhail. Camino por el pasillo y, finalmente, llego a su puerta. Sin pensarlo demasiado, entro sin llamar, esperando encontrarlo, cuando abro me encuentro con una imagen completamente sorprendente. Mikhail está de pie, terminando de vestirse frente a un espejo. Lleva unos pantalones negros ajustados que realzan sus piernas atléticas y se está colocando una camisa blanca. Mi mirada no puede evitar deslizarse por su pecho descubierto y es difícil para mí no babear ante la visión que se me presenta.
El ruso se da cuenta de mi presencia y me mira entre divertido y molesto. Su mirada parece decir "te atrapé mirándome". Me sonrojo inmediatamente y trato de encontrar palabras para justificar mi falta de etiqueta.
-¿Alla que te he dicho sobre tocar la puerta cuando entres?. -Dice.
Mi corazón se acelera mientras trato de procesar su comentario, sintiendo cómo el rubor se extiende por mis mejillas. No puedo evitar notar que su voz suena ligeramente ronca, lo que solo lo hace más atractivo. Trago saliva nerviosamente y balbuceo una disculpa avergonzada.
-Lo siento, Mikhail. No debería haber entrado sin llamar.
Él se acerca a mí, con una sonrisa pícara jugando en sus labios.
-No te preocupes, Alla. A veces es divertido verte tan...desinhibida. -Su tono insinuante hace que mi estómago dé un vuelco y mi mente se nuble.
Trato de mantener la compostura y no dejar que sus palabras me afecten demasiado.
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En la línea de fuego
RandomAlla Whester una psicóloga clínica quien siempre ha sido una persona amable y compasiva, pero su trabajo le ha enseñado a tener una coraza para protegerse emocionalmente, le ha llegado la oportunidad de su vida cuando le ofrecen un trabajo en una cá...