Alla
Me encuentro en mi habitación, rodeada de un silencio abrumador. Han pasado varios días desde mi último encuentro con Mikhail, y no he logrado verlo en ningún momento. Ni siquiera he tenido la oportunidad de ver a Ivanna. Me preocupa esta ausencia prolongada, y esa inquietud se suma al frío gélido de Rusia.
La habitación, aunque cómoda, parece un tanto desolada. Mi cama está perfectamente hecha, sin una sola arruga, y todo el lugar muestra orden y limpieza. Katrina, me trae la comida hasta aquí, evitando que tenga que salir de mi aposento. Es como si estuviera aprisionada, confinada a una burbuja de soledad y misterio.
Mientras me muevo hacia el armario, puedo sentir el frío del suelo bajo mis pies descalzos. Me estremezco y aprieto los brazos contra mi pecho, intentando mantenerme caliente. Abro las puertas del armario, solo para encontrar una selección limitada de ropa. La mayor parte son abrigos oscuros y pesados, perfectos para el clima ruso pero poco inspiradores en términos de moda.
Mis dedos rebuscan entre las perchas, deseando con desesperación encontrar algo que sea a la vez funcional y estéticamente agradable. Finalmente, encuentro un suéter de punto grueso en un tono azul oscuro. Lo saco del armario y me lo coloco, sintiendo el calor que proporciona de inmediato.
Después de peinar mi cabello rápidamente, decido que es hora de salir. La tensión y la incertidumbre me están volviendo loca. Salgo de mi habitación y comienzo a caminar por los pasillos, buscando señales de vida humana. De repente, oigo una voz familiar más adelante en el pasillo. Es la risa contagiosa de la pequeña rubia. Mi corazón se acelera de emoción y me apresuro hacia ella.
-¡Ivanna!, -llamo enérgicamente. -¡Ivanna, aquí estoy!
La pequeña rubia se vuelve hacia mí, sus ojos brillan de alegría.
-¡Alla! ¡Qué alegría verte!, -exclama mientras corre hacia mí y me abraza con fuerza.
Mi alegría por ver a Ivanna se disipa cuando veo a la madre de Mikhail aparecer detrás de ella y apartarla con fuerza de mi lado. Abro los ojos sorprendida y preocupada por el bienestar de la pequeña.
-Tenga cuidado, es una niña pequeña, -le digo con voz firme, tratando de proteger a Ivanna de cualquier posible daño físico.
La madre de Mikhail me mira con desprecio, sus ojos llenos de hostilidad. Se dirige a Lena y le dice con voz autoritaria:
-Linda, no debes hablar con esta mujer. Es una prisionera.
Mis ojos se abren aún más sorprendida por su declaración y por decirle algo a una niña que quizás no comprenda a que se refiere. Quiero defenderme, negar lo que ha dicho, pero antes de que pueda articular una palabra, Lena interviene.
-Alla, no es eso, -dice con convicción en su voz. -Ella es mi Hada mágica.
El alivio me inunda mientras escucho las palabras de Ivanna, y una sonrisa sincera se forma en mis labios. Es gratificante y reconfortante saber que ella confía en mí.
Miro a la madre de Mikhail, decidida a enfrentarla.
-Señora, no sé qué le han dicho o que le he hecho, pero no soy una prisionera. -Le digo con voz firme.
La madre de Mikhail me mira con aire de desdén, pero no responde. Sin decir otra palabra, se da la vuelta y se aleja, llevándose a Ivanna consigo. Observo su figura alejarse y mi corazón se llena de preocupación por la niña.
Sigo caminando por los misteriosos pasillos del imponente alcázar, aprovechando la soledad para admirar la majestuosidad del lugar. Las altas paredes revestidas de antiguos tapices y las lámparas colgantes de cristal que iluminan el camino me transportan a épocas pasadas, llenándome de una extraña fascinación.
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En la línea de fuego
RandomAlla Whester una psicóloga clínica quien siempre ha sido una persona amable y compasiva, pero su trabajo le ha enseñado a tener una coraza para protegerse emocionalmente, le ha llegado la oportunidad de su vida cuando le ofrecen un trabajo en una cá...