Varios días han transcurrido desde que regresé. He usado mi computadora para revisar nuevas vacantes en mi área de trabajo, y enviado mi currículo a varias empresas. Estoy desesperada, por salir de este lugar, donde todo me lo recuerda a él. Lloro a ratos, y uso mis drogas prescritas para lograr conciliar el sueño.
Mamá me comenta que debo aumentar de peso, que estoy ojerosa, y que me hace falta un buen corte de pelo. Me invita a ir con ella al centro del pueblo, donde está la plaza y la mayoría de los establecimientos.
Acepto, me voy con ella.
Conduzco el tramo que da a la salida de nuestra urbanización, y entonces lo veo. Va caminando descalzo con su tabla de surf debajo de uno de sus brazos, lleva su torso al descubierto y unos pantalones de licra, bastante ajustados. No puedo evitar fijarme en lo marcados que tiene los abdominales, y en lo firme que es su trasero...
Tragó en seco, sintiendo mucho calor.
Mamá lo saluda, bajando la ventanilla, y llamándolo por su nombre.
¿No puede ser? Ese chico apuesto, es... ¡El pequeño Laurie!
Recuerdos vienen a mí como flashes, de nosotros charlando y jugando. De sus ojos traviesos, muy dulces, que ahora, solo me reflejan tristeza.
¿Lo cambió la muerte de Ethan, así de tanto como me cambió a mí?
—Señora Moore, ¿cómo está? —dice él, dedicándole una sonrisa a mi madre. Luego se fija en mí, y me reconoce—. Kristen...
—Hola —le saludo, muy nerviosa, porque su manera de mirarme me hace sentir cierto cosquilleo entre mis muslos.
—No sabía que habías regresado al pueblo.
—Sí, estoy... visitando a mis padres.
—Me alegra, tal vez podamos salir un día de estos —me propone—, por los viejos tiempos.
—Sí, claro.
—Adiós, Laurie.
—Adiós, señora Moore... Adiós, K —responde él, y yo vuelvo a pisar el acelerador. Siento la mirada de mi madre sobre mí, y no tarda en hacer su comentario.
—Es un encanto, ¿cierto? Con su mirada tan azul, y esa sonrisilla de bribón. No por nada tiene a las jovencitas del pueblo vueltas locas. Es todo un casanova.
—Y un niño. ¿Cuánto habrá de tener? 17 años, tal vez 18.
—Es un hombre joven, no un niño —rebate ella—. Pero, haces bien en no verlo como a un posible interés amoroso... Ya bastante que sufriste por el otro chico Walker.
Aunque sé que no lo hizo con malicia, al mencionar a Ethan me hace daño.
Soy como un zombi después de eso, muevo mis pies, y hablo cuando debo hacerlo. Nada de lo que sucede a mi alrededor me interesa. Quiero volver a la casa cuanto antes, para tragarme mis pastillas, y poder cerrar los ojos por unas cuantas horas.
El peluquero termina de acicalarme. Me ha hecho un corte en capas con reflejos que me hacen lucir aún más rubia de lo que naturalmente soy. Me propone alisarlo, y me niego, me gusta que se vea ondulado.
Mamá es quien paga, salimos de la tienda, y nos detenemos en una pizzería.
—¡Kristeeeen!
¡Oh, no!... No estoy de humor para soportar a esta perra.
Megan se me acerca, hipócrita como es, y me abraza como si aún fuésemos las mejores amigas. Si bien dejamos de serlo, cuando ella, y el resto de los miembros del equipo de porristas, regaron ese rumor, sobre que mi novio se había suicidado porque yo le contagié una enfermedad venérea. Quiero escupirla en la cara, pero recuerdo que soy una mujer adulta, y como tal, no debo comportarme con tal salvajismo.
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Summertime Sadness
RomanceLa vida de Kristen dio un vuelco el día en que su novio falleció. Sus compañeros del instituto la responsabilizaron de la tragedia y tras la graduación, ella se largó del pueblo, pero, 6 años después, al perder su empleo en la ciudad y tener problem...