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    Despierto asustada, porque no sé cómo diablos es que se ha metido dentro de mi habitación

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    Despierto asustada, porque no sé cómo diablos es que se ha metido dentro de mi habitación. Debió haber trepado por la ventana; lo regaño por eso y él se ríe. Me toma de las manos, y me jala, para que ponga mis pies descalzos sobre el piso.

—Hay algo que quiero mostrarte.

—¿Ahora?, pero siquiera ha salido el sol.

—Sí, ahora.

—Tengo que vestirme.

—No hace falta, puedes venir con tu piyama, solo ponte unos zapatos cómodos. —Me aferra por la mandíbula y me da un besito—, confía en mí. —Sus ojos castaños están en lo míos, cálidos como el chocolate al derretirse. Mi corazón se acelera y siento miles de mariposas en mi abdomen bajo.

Obedezco, me pongo las zapatillas deportivas, salgo con él a hurtadillas. Con la adrenalina alta, porque tengo miedo a que mis padres nos descubran y me castiguen por ello.

Logramos llegar al exterior, subo al auto de mi novio. Él conduce hasta la playa, no entiendo el porqué me ha traído hasta aquí.

—Ven, Kristen... ¡Corre!, que ya es hora... —Me coge de la mano y apresurado me lleva hasta la orilla, es allí donde las veo, centenares de tortugas, que están naciendo y dan su primer baño en las aguas del mar. Me echo a reír, con escándalo, la cara me quema de lo roja que la debo tener y de repente, me pongo a llorar. Conmovida por ese momento tan especial que él me ha regalado. Vemos el amanecer juntos, sentados sobre la arena.

—Feliz cumpleaños —murmura Ethan, sacándose una bolsa de color rosa de su pantalón—, ¿creías que me había olvidado?

La verdad es que sí. Yo estaba acostumbrada a que las personas pasaran de largo aquella fecha, muchas veces mis padres tenían que trabajar y yo me quedaba sola, sin pastel ni regalos. Tampoco había tenido amigos antes de ser su novia. Siempre fui la chica rara del colegio, la introvertida a la que el resto evitaba, un fantasma hasta ese baile en que él, el capitán del equipo de futbol americano, me invitó a bailar.

Ethan me puso en el mapa social, me volvió deseable y popular. Pero, dejando nuestra relación de lado, yo no creía tener ningún valor propio. Era una rubia más, con una personalidad mediocre, que siquiera había perdido la virginidad.

Abrí el obsequio, y él debió notar mi decepción. Es que no era nada especial, un collar de plata cuyo dije era una letra «E».

—Lo odiaste —expresa, acongojado.

—No, pero... es muy... cliché —rebato, con honestidad. Esa era la forma en que nos comunicábamos. Yo nunca reprimía mis pensamientos—, ¿en serio, Walker?, quieres que cargue con tu nombre en mi cuello como si fuera tu ganado.

—Supuse que dirías eso, Moore —pronuncia mi apellido con una cantaito gracioso—, y para que veas que no soy un misógino, me compré uno igual, ¿ves? —se baja el cuello de su camisa y me muestra. Su dije tiene una «K»—. Yo te amo, Kristen.

Era la primera vez que me lo decía, y me quedé perpleja, sorprendida, muy asustada. Solo tenía 17 años, no sabía nada sobre el amor, no tenía idea de lo mucho que podía llegar a doler, o de cómo iba a destruirme.

—No tienes que decirlo de vuelta... —Acaricia mi cabello, que se está moviendo a distintas direcciones por causa de la brisa—, no quiero que te sientas forzada, esto debe ser espontáneo. A tu ritmo.

Me le echo encima, para besarlo como no lo he hecho antes. Acabo a horcajadas sobre él, sus manos en mi trasero, mientras nuestras lenguas se rozan con pasión.

—Sí, te amo, Ethan Walker... Claro que te amo —afirmo.

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    La alarma de mi teléfono suena, y me espabilo. Estoy sudorosa, con la respiración agitada. He tenido uno de esos sueños, en que soy capaz de recordar cada detalle. Me toco los labios, pensando en él; en esa imagen que se quedó congelada en el tiempo, porque mi exnovio no logró envejecer. Seguirá siendo aquel adolescente, que me rompió el corazón, mientras que yo, año tras año, me haré más vieja. Es deprimente, triste como lo es toda mi vida. Pero en este día en particular, todo se siente más dramático. Odio mi cumpleaños, porque en esta fecha nunca me ha sucedido nada bueno, salvo por aquella vez, en que Ethan me llevó a la playa, para ver a las tortugas... Un recuerdo dulce y feliz, que ahora está manchado por esa sangre que él mismo, al apretar el gatillo, provocó.

Me levanto de la cama, me desnudo y me doy una ducha.

Grito, mientras el agua sigue corriendo sobre mí, y pego mi frente de la baldosa en la pared. Me duele el pecho, me cuesta respirar.

«Yo te amo, Kristen»

¿Entonces por qué te marchaste?

¿Por qué me dejaste sola en este mundo?

Fuiste egoísta, cruel... Mereces que te odie, sería más fácil si pudiera hacerlo. Sin embargo, sigo enamorada de ti, creo que voy a estarlo toda mi vida. Porque esa parte de mí, Ethan, que se arruinó con tu muerte, mi inocencia... Siempre será tuya.

Cierro el grifo cuando las manos se me arrugan, me seco el cuerpo, y me visto con la primera cosa que encuentro. No me importa verme bonita, así que no me peino ni me maquillo.

Busco comida en la cocina de mis padres, encuentro sobras de la cena y la caliento en el microondas.

Oigo cuando la puerta se abre. Es mi madre.

—¿Por qué no te has vestido todavía?

—Estoy vestida, mamá —digo, cansada de ella, de su actitud hostil.

—Esas prendas feas no califican como ropa, ¡por dios, Kristen!, llevas una semana usando esos shorts horrorosos y, tu pelo parece un trapeador... Iremos al pueblo, para que te retoquen las raíces y te lo hidraten, después te compraré un vestido para la fiesta. —Me estremezco al oír eso último.

—¿De qué fiesta estás hablando?

—Pues la de tu cumpleaños —contesta ella, con desdén. Sé que no hace esto por mí, sino porque quiere sacar algún provecho para sí misma.

—Tú nunca me has celebrado un cumpleaños —rebato—, siempre has estado ocupada, o se te olvida... y entonces solo me compras una torta congelada a último minuto, de esas baratas que saben a colorante y se consiguen en cualquier supermercado —reprocho, porque decidí que ya no fingiré que no me lastima su forma de tratarme—, así que dime, ¿qué es lo que planeas?

Mamá se voltea, abre la nevera y saca un jugo de naranja. Lo destapa, se lo lleva a la boca, tras dar un sorbo vuelve a hablarme.

—Georgina Strafford se acercó a mí el otro día en el club, ¡no podía creerlo!, y fue para hablarme de los sentimientos de su hijo, Brad está verdaderamente interesado en ti... y ella me pidió que lo ayudara, a conquistarte. Así que, yo propuse hacer esta fiesta, que los Strafford me han ayudado a organizar. Se supone que es una sorpresa, pero es mejor que lo sepas ahora, para que pongas buena cara cuando veas a todos los invitados aquí en la casa.

—No tienes derecho —reclamo—, ha emboscarme de este modo, y querer obligarme a salir con un hombre que no me gusta.

—Yo solo hago lo mejor para ti, ¡es que eres un fracaso!, una mujercita holgazana que se alimenta con analgésicos y se la pasa todo el día llorando por la muerte de un idiota... No voy a seguir dándote dinero, Kristen —me amenaza—, no cuando te comportas con tal irrespeto hacia mí, y metes a ese jovencito dentro de tu cama cada noche —suelta, y me quedo helada. Porque ahora sé que me ha descubierto, que sabe de mi relación con Laurie—, no me importa que seas una puta, siempre que uses lo que tienes entre las piernas para amarrar al hombre correcto, ¡qué es Brad Strafford! 

Summertime SadnessDonde viven las historias. Descúbrelo ahora